El Monitor de Sequía de México, que es una herramienta del Sistema Meteorológico Nacional, en su último reporte emitido señala que en los 84 municipios de nuestro estado hay algún grado de sequía. Indica que en 26 municipios la situación es calificada como extrema y que el porcentaje global de almacenamiento de las presas es del 60 %; donde la demanda de los recursos hídricos de una región excede la disponibilidad del agua, indicada con el bajo almacenamiento en las presas, se contribuye al estrés hídrico.
En este escenario plantea preocupaciones significativas respecto y cabe abordar la importancia de la gestión del agua y los riesgos que la sequía trae consigo para la población.
Una inquietud es el impacto adverso a los ecosistemas de nuestro estado, que aumenta el riesgo de la pérdida de hábitats acuáticos y amenaza a especies de flora y fauna.
Cuando el acceso al agua es insuficiente para satisfacer las necesidades de la vida doméstica hay una afectación al derecho humano al agua y saneamiento; pero no queda ahí el problema, puesto que afecta también a la agricultura y la ganadería. La escasez de agua, entonces, puede tener consecuencias en la producción de alimentos y afectar a la seguridad alimentaria.
Definitivamente es necesario mencionar que la sequía afecta de manera diferente a los diversos estratos de la población, y que quienes podrían enfrentar mayores desafíos para afrontar la escasez son aquellos en situación de vulnerabilidad como los pueblos originarios o aquellos en condiciones de pobreza.
Por ello es necesario abordarla no sólo como un fenómeno climático, sino también considerar las afectaciones que tiene y plantear medidas de adaptación y mitigación, con las condiciones de desigualdad que la acompañan. Lo mismo, señalar la responsabilidad de las instituciones para coordinar las acciones necesarias y afrontar el desafío que no es sólo en el presente, sino que es un fenómeno creciente que cada año reporta un peor panorama.
