Política

Yo defiendo al INEC

Cierre y conteo de votos de la consulta de revocación, en la colonia Las Manzanas de la alcaldía Miguel Hidalgo, el pasado 10 de abril. OCTAVIO HOYOS
Cierre y conteo de votos de la consulta de revocación, en la colonia Las Manzanas de la alcaldía Miguel Hidalgo, el pasado 10 de abril. OCTAVIO HOYOS

La desconfianza política fue el sello de origen de nuestra democracia. De ahí que se justificara la creación en 1990 de una instancia específicamente encargada de realizar las elecciones que en sus inicios se mantuvo bajo la coordinación de la Secretaría de Gobernación. No fue sino hasta 1996 cuando finalmente surgió una instancia independiente del poder presidencial con calificativo de ciudadana y, por tanto, con una presunta autonomía ideológica del poder. Ese órgano llamado IFE (Instituto Federal Electoral), estuvo vigente como tal hasta 2014, cuando producto de una reforma político-electoral se modificó sustancialmente ese organismo que a partir de entonces se llama INE (Instituto Nacional Electoral). A pesar de los cambios estructurales importantes que se dieron del IFE al INE, se mantuvieron las misiones fundacionales del organismo.  

Para los miles de trabajadores del INE —soldados de la democracia— y los consejeros y sus asesores que por ahí han pasado, el contexto de una nueva propuesta de reforma electoral debería ser un momento histórico de celebración. Podrían vitorear que su labor de décadas ha sido una contribución contundente a la euforia política que se vive en el país, el dinamismo ciudadano y el interés por la vida pública. Podrían declarar que el éxito del debate, la abierta apuesta por combatir el estado de cosas denigrantes para la sociedad como es la corrupción, y la apuesta por la vía electoral como forma de dirimir las diferencias ideológicas, se ha logrado, en parte y también, por su perseverancia e insistencia a través de manuales, campañas y eslóganes a favor del bienestar de las mayorías como un ideal posible. Podrían decirle al mundo que con su labor convencieron a la ciudadanía mexicana de abrazar la ruta cívica y, por tanto, que cumplieron su misión. 

Desde esa misma lógica, se esperaría que quienes a través de ese organismo han trabajado por años en construir un discurso que presenta a la democracia como un modelo siempre perfectible y siempre en revisión, fueran los principales impulsores del debate en torno a toda propuesta de reforma política, la que sea, que aceite y le dé una nueva vuelta de tuercas a nuestro sistema electoral. Esto supondría mostrar que lograron revertir la desconfianza como lo imperante en la relación entre los diferentes actores políticos y, por tanto, que esto nos puede permitir avanzar a nuevos esquemas hacia una consolidación verdaderamente democrática. Entonces ¿porqué no lo celebran? ¿Acaso no consideran que hay cosas que se pueden cambiar e incluso transformar del todo en el ámbito electoral?

Para ilustrar cómo hay una serie de cosas que hay que revisar propongo considerar un simple ejemplo, como es la credencial para votar con fotografía. Este es uno de los documentos más utilizados en México que, a falta de un auténtico documento de identidad jurídica universal —que incluya entre otros a niños, niñas y adolescentes y mexicanos en el extranjero— suplanta la función de una identificación jurídica de manera legalmente inadecuada. Tan es así que en tres administraciones presidenciales se hizo el compromiso público y se destinó un presupuesto millonario para construir un documento jurídico de carácter universal, sin que en ninguno de los casos se diera el resultado esperado. ¿Dónde quedó ese dinero? De esta manera, mientras que hoy el INE concentra la base de datos de la identidad jurídica de millones de mexicanos, seguimos sin tener un simple y básico documento formal que incluya a toda la población como ocurre en la inmensa mayoría de los países del planeta. Esto implica que ese organismo, incluso sin haberlo deseado, detenta funciones y atribuciones que sobrepasan el mandato que le fue conferido, para acabar ostentándose como garante de la identidad jurídica de los mexicanos. Además, una parte muy importante del enorme presupuesto que hoy recibe el INE no es necesariamente para la nómina de sus funcionarios y personal administrativo de lo que tanto se habla, sino que, en realidad, un gran porcentaje se destina a la producción, distribución y resguardo de las bases de datos y las credenciales de los ciudadanos de este país, cuando esa responsabilidad no le debería corresponder.

Los cambios propuestos para actualizar al que fue el IFE luego INE y al que se propone rebautizar como el INEC para incluir la democracia participativa a través de las consultas vigentes ya en nuestras leyes, no implican desaparecer ese organismo, sino revisar sus funciones y en todo caso, volver a dotarlo de sentido, además, descargarlo de funciones que se le fueron añadiendo de manera indebida, lo cual lo volvió un aparato oneroso y complejo que rebasa la intención inicial que se le dio a ese órgano, cuando la democracia era apenas una apuesta y hoy sin duda es una realidad. _

Leticia Calderón Chelius*

*Profesora/investigadora del Instituto Mora

@migrantologos

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Leticia Calderón Chelius
  • Leticia Calderón Chelius
  • Doctora en Ciencias Sociales por FLACSO-México. Profesora e investigadora del instituto Mora y estudiosa de los derechos políticos en escenarios de migración internacional.
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