De nada sirve tener tratados de libre comercio con los Estados Unidos si estos son fácilmente violados por este país, ya que su aplicación se basa en la denominada ley del embudo.
Cuando los norteamericanos no quieren importar algún producto, para proteger a sus connacionales, aplican las denominadas barreras no arancelarias, como en el caso del atún en 1990, el llamado embargo atunero, bajo el argumento de que los métodos de pesca utilizados en México no cumplían con los estándares de protección ambiental particularmente para la protección a delfines, una decisión que el gobierno de México denunció como discriminatoria , asunto que después de una larga controversia se resolvió a favor de nuestro país.
Ahora, en una nueva aplicación de la ley del embudo, derivada de que un oficial estadunidense recibió una llamada intimidante a su celular en el municipio de Uruapan Michoacán, eso bastó para que Estados Unidos frenara las exportaciones de aguacate, esto en lugar de solicitar protección para los oficiales, ya que suspender las exportaciones ocasiona enormes pérdidas (a menos, claro, que de eso se trate, para bajar el precio del aguacate).
Señalan que las inspecciones del departamento de agricultura de Estados Unidos a los aguacates mexicanos permanecerán suspendidas durante el tiempo que sea necesario para garantizar la seguridad de los inspectores.
Michoacán es el estado con mayor producción de ese fruto, cuyo mercado principal son los Estados Unidos. El nuevo oro verde, una riqueza como lo fue el plátano en otras épocas.
Es verdad, Michoacán mantiene un clima de inseguridad de los más altos del país, derivado de la acción de grupos de delincuencia organizada. La disputa es porque solo el año pasado se negociaron envíos de aguacate por más de 3 mil 500 millones de dólares y sus sembradíos se han convertido en motivo de disputa entre cárteles, cuya acción es controlar por medios violentos este tipo de cultivo.
También es un asunto de estructura productiva, pues deberíamos dejar de ser exportadores primarios y procesar el aguacate en México, para quitarle el sesgo perecedero y producir desde aceites comestibles y guacamole hasta productos de tocador, lo que impediría que, ante el temor de que este producto se eche a perder, tengan que aceptarse condiciones leoninas de comercialización y que los excedentes se comercialicen en México ya que nosotros solo comemos aguacate de segunda (el de primera se exporta), sin menoscabo de combatir con toda energía a la delincuencia organizada que amenaza la economía del país.
Julio César Vega Olivares