Política

Biculturalidad para el bien de todos

La experiencia de trabajar en los Estados Unidos de América va más allá de lo laboral. Es una forma de vida que invita a la reflexión sobre quiénes y cómo somos los mexicanos en un contexto bicultural.

La migración mexicana a este país no solamente es, desde luego, consecuencia de una necesidad evidente de construir un mejor futuro, también representa, con el paso de los años, un modelo bicultural que acoge en un país extranjero que no es, al final, tan extraño.

Cuando un mexicano cruza la frontera política, no cruza una línea continua, es más bien un límite difuso, borroso que en lo jurídico es inflexible, pero en lo social es blando.

Aquí se comen pambazos, burritos y enchiladas en muchos lugares y se celebra el 5 de mayo. Se habla y escucha el idioma castellano en cada campo agrícola y en cada obra de construcción citadina; también en múltiples oficinas de servicios y naves industriales. Amplios sectores de la economía penden y dependen de la biculturalidad; aquí la sociedad nunca es totalmente sajona y nunca totalmente hispana.

Once millones de mexicanos reciben mensualmente remesas de familiares que, desde acá, apuntalan una economía que los estudiosos llaman mexicana, pero que se apuntala en tierra, trabajo y capital al norte del Río Bravo.

En múltiples ocasiones, el Presidente de México López Obrador, su Canciller Marcelo Ebrard y el Embajador de México en los Estados Unidos, Esteban Moctezuma han reconocido y agradecido las aportaciones económicas de los migrantes.

Son más de 51 mil millones de dólares los pagos a migrantes que el año pasado salieron de la Unión Americana y viajaron hasta los bolsillos y las mesas de México, para alegría de quienes reciben, en promedio mensual, alrededor de 500 dólares americanos, pero que a veces esas cantidades alcanzan hasta los 850 dólares.

Hay un México en Estados Unidos. O un México que se extiende hasta Estados Unidos.

Un México, por cierto, que siempre ha estado aquí. La tortilla, el mariachi, el chile y el idioma español permanecen en estas tierras desde que no se dieron cuenta en el siglo XIX que la frontera se corrió hacia el sur, y se refuerzan con los que vienen hasta acá, día a día, internándose en un país no tan extranjero.

Ese México inmigrante se ha organizado, aunque no lo suficiente.

El cambio tecnológico y los nuevos paradigmas atisban una mejor oportunidad de que la comunidad mexicana migrante se proponga demandar mejor y contribuir más y de una manera más ordenada, más organizada, estructurándose con una más amplia visión que deje de lado miedos anacrónicos.

La binacionalidad ya está en las almas y en las costumbres, tal vez deba llevarse más rápido a la toma de decisiones, en beneficio de unos y de otros.

Biculturalidad implica un beneficio para todos. Si la sabemos apreciar, podemos crecer juntos y nutrirnos de lo mejor de dos mundos. También conlleva el beneficio de alejar el miedo hacia el otro, hacia aquél que es diferente, que lleva a la discriminación y el odio.

Biculturalidad, pues, es un paso hacia un futuro más promisorio dado en un presente que ya está aquí.

*Cónsul de Comunidades de la Sección Consular de la Embajada de México en Estados Unidos.

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Juan Ramón Flores
  • Juan Ramón Flores
  • Cónsul de Comunidades en la Embajada de México en EUA
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