Torreón, la ciudad, el municipio, sus autoridades, pero más su población merecen rehacer su imagen, su cotidianidad.
Amanecer con renovados propósitos y entusiasmo, y descansar en satisfechos en las noches.
El reto es recuperar y reposicionar el carácter, el temple que le dio una identidad y que paulatinamente se fue evaporando.
Darle a Torreón un mejor rumbo es factor clave.
El reto es grande y obliga e involucra a la sociedad torreonense en pleno, y no a unos cuantos que se han aprovechado en lo particular o en grupo el presente, pero nublando el futuro.
En mis conversaciones con gente de muy disímbola clase social, ocupación e interés, es mucha la que concluye que este tiempo (lo estiman hasta en 30 años atrás) ha marcado en forma negativa el devenir de la ciudad.
La evaluación que se hace de los gobernantes, de los partidos políticos, y alcanza a las dirigencias empresariales, universitarias, sindicales sin olvidar a la intelectualidad, no es amable sino dura.
Resumen que hace por lo menos tres décadas que esa burbuja privilegiada se ha servido de sus cargos, encargos y nombres, pero lastimando el apuntalamiento real de Torreón en el lugar que venía ocupando en el concierto nacional como ciudad de empuje, moderna, esforzada y ejemplar.
Torreón mantuvo un sitio de privilegio en el norte del país.
Pero la rezagaron.
Los cambios generacionales han significado, a su vez, otros valores, otros objetivos, otras metas.
Y se ha dejado de lado el verdadero amor a la ciudad, hay poco profesionalismo y menos compromiso. La era del importapoquismo floreció.
El imperativo de la corrupción desplazó a la ciudad y a sus habitantes de un estadio de bienestar y desarrollo sostenido y sostenible, a un marco anárquico en casi todas sus áreas.
La cara de Torreón envejeció.
El solo anuncio de nuevas obras viales y urbanas de pésima concepción y diseño, y peor ejecución, la defensa a ultranza de personajes innombrables enquistados en la estructura gubernamental local y estatal, provoca desconfianza.
Cada acción, programa y actividad que dan a conocer y llevan a cabo sin el menor recato, es la concreción de grandes negocios pactados entre las élites.
El manejo de información privilegiada se traduce en que al lanzar convocatorias y licitaciones públicas de antemano ya eligieron a las empresas ganadoras.
Uno de los temas vitales para Torreón, además del agua es la contaminación ambiental.
El medio ambiente cada vez empeora más por la incontrolable contaminación, el aire está envenenado. No hay remedio porque no hay políticas públicas en la materia que atiendan en serio este grave problema.
¿El alcalde y su gobierno se distinguen por ser ecologistas, ambientalistas, conservacionistas, preocupados por arbolar, podar, cuidar los parques públicos, combatir la contaminación visual y auditiva, promover la cultura de la limpieza entre la ciudadanía, ? No.
Esto, que en realidad es muestra fehaciente de incapacidad y negligencia oficiales, se ve amenazado con empeorar si no se piensa con calma, con inteligencia y mesura en esas convocatorias y licitaciones.
Va de por medio desterrar la corrupción en contratos de verificación vehicular, del rastro, en la recolección de residuos tóxicos y basura.
En este rubro, a la empresa que por más de 30 años ha servido, PASA Torreón, hay que exigirle en la renegociación del contrato que renovarán en 2026, que opere bajo estándares y parámetros internacionales, con una reingeniería operativa, sectorizada; y no caer en la tentación de conceder el contrato a otra que no tenga ni tiene la experiencia, la infraestructura, el equipo, el personal y el conocimiento de los laberintos y vericuetos que la ciudad encierra.
