No invitaron a Sergio Ramos, no lo llevaron a conocer el bello puerto de Mazatlán y tampoco le avisaron que podían jugar tan mal sin su presencia.
No le permitieron conocer en persona lo que significa y es ese lugar tan querido y socorrido por los laguneros.
Para no desentonar con el panorama, los Rayados estaban en el campo pidiendo de manera desesperada y a gritos la presencia de la gran contratación porque en el terreno lo único que había eran muchos desaciertos.
Su técnico sin dar instrucciones precisas o esperando desde lejos que la reacción apareciera sola, no tuvo el tino de hacer que los que saben jugar, actuaran sin el consuelo presencial del ausente español.
Bendita no presencia de Ramos que abre todavía más las dudas que se tienen.
Una disculpa para Sergio de parte del futbol mexicano por haberlo traído a un equipo que no ofrece seguridad al jugar pero sí mucha confianza al revisar sus dineros.
Por ahí anda el verdadero mal. Lo invitaron a cubrir ciertos requisitos para pasear su nombre pero no lo quisieron llevar a un lugar propio del paraíso.
En algo tenían que fallar porque la buena fortuna no acompaña necesariamente al dinero.
En el mismo lapso, el otro equipo regio también sucumbía con su referente francés muy mermado.
Parece que se pusieron de acuerdo para desequilibrar a sus respectivas aficiones.
Ni el español ni el francés pudieron aportar algo digno contra un par de equipos cuyos nombres poco representan en el elenco nacional.
Las lecciones suelen presentarse de manera discreta porque sin gritos alocados prefieren avisar que la efectividad no se lee sólo en la novedad de la contratación.
Identificar la mejoría de un plantel no radica en los nombres, en la nacionalidad, tampoco en el número de la playera.
Todo eso que han inventado alrededor del recién llegado al cual no invitaron a conocer la diversión del carnaval en el Pacífico, se transformó en su propia desgracia.
Las derrotas avisan y suelen ayudar.
