Aleco tomó el micrófono para intentar persuadir a la nutrida concurrencia que contenta había asistido a celebrar el recuerdo y la emoción.
La ingenuidad no consideró la posible reacción de la gente que estaba motivada y entusiasta.
Ahí apareció la nueva realidad, la que desde hace tiempo deseaba manifestarse.
A nadie en su sano juicio se le ocurrió pensar que la gente, repito, motivada y entusiasta, iba a aprovechar la ocasión para externar de manera directa su rechazo a lo que el Club Santos hace.
Así apareció la verdadera voz de reclamo, voz sincera, honesta y de repudio, de no aprobación a lo que se ha hecho; todo mal por cierto porque es cuestión de revisar a conciencia la tabla general de los dos anteriores torneos.
Si el Club Santos sabe escuchar, en tal evento sobraron los hechos con motivos sustentados para darse cuenta del nivel de molestia que existe, y que provocan desprecio y desinterés.
Si intentaron callar esa voz, fue logrado más por la petición del jugador que por la convicción del colectivo.
Ha llegado el momento de que el Club Santos demuestre que tiene la capacidad y la voluntad para volver a escuchar pero sobre todo de intentar proceder en consecuencia.
Fue duro el episodio pero muy revelador porque fue espontáneo, sin guión previamente escrito.
Lo que la gente externó fueron los distintos reclamos de los anteriores tres años donde todo lo acumulado salió a la luz.
La afición se adueñó de la ocasión y no perdonó, hecho que tenemos la plena obligación de entender porque también ella sufre no sólo el dueño y sus colaboradores.
El reclamo es el aviso oportuno para tener que cambiar de rumbo en la planeación y en las decisiones. Es el nuevo momento de verdad.
