El deporte mexicano en la modalidad de futbol y beisbol se pusieron de acuerdo para hacer sufrir a unos y gozar a otros.
Algodoneros pasó a la final de su zona como un hecho casi insólito.
Santos le ganó al subcampeón, al líder del momento y provocó que muchos en el país se pusieran tristes.
Todo eso en la misma noche por lo cual el contentamiento lagunero fue contagioso.
Si de tristezas se trata, los Diablos Rojos del México fueron eliminados y eso es incómodo porque su historia es de asombro.
Los Sultanes de Monterrey no pudieron llegar más lejos, los atoraron y aparte de haber sido curioso, despliega otro tipo de interrogantes.
Se pensaba que los “Pingos” y los “Fantasmas grises” serían los encargados de jugar la gran final.
No será así. Por eso la noche del pasado sábado, felizmente lagunera, destaca porque se pudo presenciar y vivir lo que sabe sabroso.
Ganó Santos en casa y eso ya es noticia regional para bien de muchos.
Podemos afirmar que el Guadalajara que vino no es el subcampeón porque este plantel jugó a no jugar, sin orden ni diseño estratégico.
Arrastrando el nombre y el apodo, viviendo de un pasado muy lejano donde el “sermón” de su guía ya no alcanza.
La gran cantidad de seguidores de Chivas que acudió al estadio fueron testigos de que su equipo no pudo.
Se les agradece que hayan engalanado el virtuoso momento para hacer lucir más el triunfo de Santos.
Fueron testigos de lo que no esperaban porque sus ilusiones, muy válidas, estaban inspiradas en ganar, confiados en darle una muy grata bienvenida a su equipo.
No fue así. Santos, jugando bien, se encantó con la tertulia para darle a La Laguna el complemento feliz.
No fue una noche cualquiera porque por ambos lados se tuvo riqueza deportiva.
Por partida doble, la felicidad invadió a La Laguna
