Nadie preguntó a AMLO si enviaría a alguien al exilio en caso de ser presidente. Explicación no pedida: ya aclaró que no, no piensa hacerlo. Forma de intimidación que algunos empresarios y comunicadores visiblemente empiezan a resentir. Ya no se discute lo que piensa hacer; todo se reduce en la voz de sesudos lectores de noticias, mal disimulados celebratorios, si es posible que pierda AMLO. Es secundario lo que se proponga hacer si gana, cómo lo haría, si habría condiciones políticas objetivas y subjetivas para realizar el sueño del encono.
El catálogo de enormidades se amplía. Sus votantes, mayoritarios en la aritmética democrática, en su indignación, superan la lógica y la razón. Es el argumento que utilizan para poder refugiarse en el ambiente cálido de su orfandad intelectual y de la estupidez de su refugio.
Desde el principio fue la amnistía, olvido de un conjunto de delitos graves. No importa lo que salgan a decir sus jilgueros tratando de explicar lo que quiso decir. Los delincuentes están avisados y como toda amnistía es selectiva, los delincuentes adversarios de los beneficiarios están advertidos y no sorprenda que actúen en consecuencia. Del Aeropuerto ya hablaron todos los expertos que tenían algo que decir. Punto final a la discusión: AMLO dará a conocer su proyecto de Santa Lucía y de suspensión de la actual obra en curso cuando sea presidente electo. Ante esa declaración, no caben las aclaraciones de “ponchitos romos” y adláteres.
México producirá lo que consume. Así lo ha dicho ene veces y lo va a hacer, aunque las tortillas cuesten cinco veces más y los automóviles regresen tecnológicamente 30 años, pero a precio de un último modelo.
Según él, sus dichos y los hechos, aquí no se perseguirá a intelectuales o a periodistas por manifestarse, porque para eso habrá un Ministerio de Propaganda, llámese de cultura, encabezado por un idólatra de los asesinos de la Revolución cubana. Aquí no habrá abuso de poder porque solo se abusa de lo que se tiene y en cambio López Obrador planea ejercer atribuciones presidenciales, aun sin tenerlas, a partir del 2 de julio. Eso no es abuso de poder. Eso es tiranía y pueblos pendejos, pero esa es otra cosa.
Y como el secretario de Defensa, en palabras de AMLO, es un pelele de José Antonio Meade y la Marina dispara a diestra y siniestra en contra de inocentes, de acuerdo a lo que dice el presunto comandante en jefe, pues hay que refundir a soldados y marinos junto con policías municipales.
Lo que va a recuperar de la corrupción le va a alcanzar para todo. Desgraciadamente no ha explicado, quizá porque no entiende, que los recursos de la corrupción no son fiscales.
Acusar de robo a los 50 hombres de negocios más importantes del país no tiene más consecuencia que perder 50 votos, y la calumnia y el ataque a la propiedad privada, como si esa fuera un robo y el derecho de los empresarios a discrepar de planteamientos de política económica que hace un candidato. Pero eso es un tema de libertades que a sus electores les tiene sin cuidado.
Me sumo a los cobardes y temerosos. Ojalá AMLO gane. Ya habrá décadas y generaciones para arrepentirse.