El primer retrato de Miguel Hidalgo y Costilla que se conoce está datado el lunes 8 de octubre de 1810. La pintura de óleo sobre tela, ofrece a un personaje ataviado con modesto ropaje conforme a su jerarquía religiosa: encargado de un curato. El rostro, ligeramente recargado hacia su lado derecho (y en tres cuartos de perfil), es el de un venerable presbítero (anciano, sería la traducción correcta). Sus rasgos son finos y se circunscriben al prototipo del criollo de la época.
Tiene una ligera chispa de audacia que aflora de la mirada de los ojos. El rostro connota tranquilidad y las típicas arrugas –ligeramente predispuestas por la composición bien lograda– concentran, junto con el escasísimo cabello canoso, a un valeroso anciano demasiado delgado.
Del citado trabajo existe una copia de 1840 de la exquisita manufactura de Juan N. Herrera y Romero pintor leonés que para esa fecha “se puede considerar (…) como un pintor formado, poseedor a fondo de su oficio”.
El retrato no coincide con las descripciones de Lucas Alamán: de color moreno y ojos verdes vivos y menos a la del testimonio coleccionado por J. E. Hernández y Dávalos: fisonomía severa: –su cabeza está ya cana: –se conoce por su color y la configuración de su cara, que pertenece a la raza del país.
Por ello, entre lo “bastante cano y calvo” así como “su cabeza cana” abre una posibilidad: la de tener cabello completo. ¡Suena descabellado!, es verdad, pero como veremos, un joven artista oaxaqueño de nombre José Gracida discípulo de Claudio Linati –primer litógrafo mexicano– lo dibuja e imprime para EL IRIS, periódico crítico y literario en 1826.
En Guanajuato se podía conseguir por la vía de suscripciones.
Su representante era el licenciado Pedro Baranda. EL IRIS fue leído y visto por los suscriptores en el Estado, quienes pagaron 5 pesos incluido el franco de porte por el ejemplar.
El número 34 consigna en su AVISO. –página 171–“la satisfacción de anunciar (…) el retrato litográfico” de Hidalgo.
En su última página aparece un curioso rostro de Hidalgo con abundante cabello. El grabado concentra la tonalidad clara-oscura y muestra a un bonachón personaje que bien acomoda a la descripción hecha en Guadalajara.
Su retrato es firme y le va bien el atuendo que porta. El cabello es plateado y recuerda –por asuntos de simbología– el apodo de «el Zorro» cuyo nombre correspondía perfectamente a su carácter taimado, nos recuerda Lucas Alamán.
Para Fulgencio Vargas catedrático de Historia de la Universidad de Guanajuato, no es, pues, un venerable anciano, el que discurre estas páginas impares de la historia Patria, “si no el hombre entero, fuerte y laborioso, en el que se adunan las fuerzas de la materia a los dones inestimables de la preclara inteligencia”.
* Editor fundador de Grupo Ochocientos y actual director del Centro de Investigación y Estudios Literarios de León (CIEL-LEÓN).