Mayo de 1980. Un hombre sale del elevador de un hotel Travel Inn de Times Square, Nueva York. El individuo sujeta una bolsa de lona que parece contener un par de bolas de boliche.
El individuo aún no alcanza la salida del inmueble cuando la alarma de incendio comienza a sonar. Los bomberos llegan y sofocan las llamas de una habitación. Un intenso aroma a líquido inflamable indica que la combustión fue intencional.
Una vez controlado el siniestro, los bomberos remueven los escombros, hallando los cuerpos calcinados de dos mujeres a las que faltan la cabeza y las manos.
Las autoridades locales enfrentan desde hace tiempo a un elusivo asesino serial que tiene una extraña fijación por las extremidades superiores. Solo que en la conflagración del hotel de Times Square hubo varios testigos, cuyas declaraciones ayudaron a construir un retrato robot del presunto infractor.
Días después, un informático de apariencia mediocre fue detenido en un cuarto de hotel mientras torturaba a una prostituta. Richard Cottingham, quien fue llamado por los medios El asesino del torso, confesó más de cien asesinatos, de los cuales cometió al menos 17 de ellos entre 1967 y 1980.
Al ser detenido, Cottingham señaló: “Tengo un problema con las mujeres”. De hecho, su problema no era de timidez, era algo más serio: asesinaba a las prostitutas como una forma de castigo.
“Eres una puta y tienes que ser castigada”, indicó a la sexoservidora Leslie Ann O’Dell, de 18 años, a quien mantenía esposada mientras la torturaba. Los gritos de O’Dell fueron los que persuadieron al personal del hotel de llamar a la policía.
Cottingham, ahora de 76 años y padre de tres, aun anhela la libertad, por lo que ha confesado varios asesinatos más con el propósito de demostrar su conducta colaborativa.
Una de las víctimas es Diane Cusick, una maestra de danza de 23 años, quien salió de compras y nunca volvió. La joven fue violada y torturada antes de que su captor la matara. Los hechos ocurrieron en 1968.
La actividad de Cottingham continuó entre 1972 y 1973, lapso en el que acabó con la vida de cuatro mujeres en el condado de Nassau, Nueva York.
Lo que Cottingham no ha confesado es dónde quedaron las cabezas de las prostitutas que asesinó en el hotel de Times Square.
José Luis Durán King