El mundo para el ser humano tiene dos componentes: la naturaleza y la cultura. Lo segundo tiene que ver con lo hecho por el mismo para transformar a la naturaleza y su
realidad limitada.
En el intermedio de crear cultura para transformar su mundo, el hombre ha necesitado de construir un andamiaje abstracto y sistematizado de conocimientos donde por medio de la comunicación –el lenguaje- intercambiamos con los demás nuestras percepciones, sentimientos, conocimientos, objetivos y finalidades.
Así llegamos a las ideas como la máxima expresión del desarrollo humano: el culmen de la abstracción y de la construcción de otros mundos alternos a nuestra realidad. Por medio de las ideas escribimos poesía, ficción (novelas), ensayos y obras teóricas y filosóficas. Hacemos proyectos en el papel (obras de ingeniería y arquitectura) que después se harán construcciones y tendrán una utilidad o finalidad aparente.
Por las ideas, Julio Verne imagino portentos tecnológicos que en su momento fueron simples disquisiciones y hoy vemos sin mayor congoja como parte de nuestra cotidianeidad: el submarino, los cohetes espaciales, los aviones, etc.
Pero también no hay nada más revolucionario que las ideas. Por las ideas que logró comunicar, Lutero enfrentó el poder del papado y desarrollo la reforma religiosa protestante en el norte de Europa. Si logran permear en un conjunto humano en una época y lugar determinado, las ideas serán transformadoras de la realidad natural y social que viven mujeres y hombres.
Por algunas ideas (ideales, proclamas, creencias, fanatismos, extremismos, etc.) la historia humana está plagada de guerras, enfrentamientos, muerte y destrucción. Esas ideas evidentemente se conectan con el deseo de poder y dinero –avaricia y codicia- que siempre han caracterizado a la especie. Pero también como lo dije antes tienen su parte noble y constructiva.
Por eso en los tiempos que vivimos las ideas son parte de la lucha política en el orbe.
Mundos en construcción, ofrecimiento de esperanzas, de matices, de diferenciaciones.
Todo encaminado a la lucha por obtener el poder. Así, lo que veremos en nuestro México de aquí a la próxima elección en junio de 2024, será una encarnizada batalla por la apropiación de las ideas y las propuestas que convenzan o logren adhesiones entre los votantes que razonan su sufragio. El voto duro ya tiene decidido por quién o qué partido lo hará. Los indecisos y la gente pensante son el objetivo de las campañas que vendrán. En vía de mientras, las internas de las coaliciones o frentes nos llevan a ver teatro, maroma y circo donde las ideas parecen escasear con estreñimiento entre los que quieren la candidatura presidencial de su partido o coalición. Sin embargo, como dije al principio, las ideas están atadas a sentimientos, percepciones e imaginación. Por estos tres elementos las candidatas y candidatos estarán dando sus rounds de sombra. Pero llegará el momento en que los debates, las propuestas y las descalificaciones se hagan presentesn habiéndose definido ya las candidaturas.
Ahí, dichos sentimientos, percepciones e imaginación serán la clave para llevar a los votantes a marcar la boleta, ahí veremos la potencia y el empuje que cada partido, coalición o candidata (o) ofrezca para que sus ideas –ideales- lleven a convencernos o interesarnos para contribuir con nuestro voto a transformar la realidad azarosa que vivimos.