Sociedad

Autoridades ¿abusivas?

Siempre he pensado que detentar poder, más que un privilegio es una responsabilidad. Tener un cargo público significa ejercerlo desde la modesta medianía juarista, sin mayor privilegio que la honra de ejercerlo y velar por los intereses de las mayorías. A veces en ciertas funciones de entes privados o sociales como clubes deportivos, asociaciones civiles, cooperativas, sindicatos, ejidos, etc. aplica (para mi) esta misma apreciación.

La función de las empresas es generar para sus accionistas la máxima de las ganancias que el sistema de libre mercado les permita lograr. La función del servicio público y del social es lograr que los respectivos intereses –públicos y sociales- logren una justa realización y se consoliden.

Pero también muchas veces esto se confunde, y quienes detentan poder, léase servidores públicos de cualquier nivel –electos o designados-, diputados, senadores, gobernadores, líderes sindicales o ejidales, etc. piensan que por el solo hecho de detentar el cargo tienen derecho a imponer su omnímoda voluntad a diestra y siniestra sin importarles un bledo lo que sus gobernados quieran, piensen o necesiten. El punto es sentirse grandes y poderosos (ego total) y si se puede, “pues a sacarle raja” al cargo: puestos para familiares y cuates; negocios con amistades y socios; viajes, prebendas, y regalos; y en última instancia mostrar músculo contra sus detractores y opositores (la venganza es dulce, llegan a decir).

Frente a esta triste realidad mexicana del ejercicio del poder (por lo visto no hemos cambiado mucho desde las épocas de los tlatoanis y virreyes, dictadores, hombres fuertes y caudillos) me llama la atención -y es lo que quiero enfocar en esta columna- que el poder, la ignorancia y el desprecio al ciudadano común y corriente, van juntos y son compañeros de viaje.

Tomemos un simple ejemplo apoyado en la realidad de la transformación urbana de cualesquier de las ciudades medias y grandes de nuestro estado (Jalisco), que también puede ser de cualquier urbe de otra entidad del país.

La moda de las “ciclovías” en nuestro país comenzó hace cerca de quince años, a fin de generar circunstancias para que las personas que no tuvieran auto o las que lo tuvieran pudieran acceder a esquemas de movilidad no motorizada amigable con el medio ambiente. El resultado: un fracaso total (menos para los bolsillos de los políticos y constructores). ¿Porque digo esto? Porque lo que medianamente funcionaba pasó a estropearse bajo la óptica “progre” (¿o será voraz para los negocios?) de nuestros “servidores públicos”.

Carriles completos de avenidas y calles pasaron a destinarse a construir ciclovías por las que circulan muy escasos ciclistas, muchos motociclistas y entorpecen el tránsito en vialidades que funcionaban a medias y ahora generan estupendos embotellamientos y velocidad reducida para los autos. Resultado inmediato: aumento de las emisiones producto de los vehículos que vieron enormemente reducida su velocidad al circular. ¡Vaya progreso!

Y esto porque ellos “si viajan al extranjero” y ven en ciudades como Amsterdam, Utrecht, Copenhague, San Francisco, o en nuestra más cercana Bogotá, el modelo perfecto a imitar. La realidad es que nuestras ciudades coloniales, y luego modernizadas caóticamente nunca tuvieron entre sus capacidades urbanas el procesar vías no motorizadas como las que menciono.

Ellos [los políticos] sí viajan, sí conocen el mundo (es un decir) y sí nos pueden imponer sin ningún rubor como debemos evolucionar. Nosotros –los que no podemos conocer el mundo- nos aguantamos. Y las ciudades están convertidas en un caos espectacular -gracias sobre todo a Movimiento Ciudadano en Jalisco-.

Pero usted no se apure, ármese de paciencia y de mucho tiempo libre [del obligatorio, no del derivado de actividades que le gusten] o si quiere agarre su bicicleta y circule por las “rápidas” vías para ciclistas -últimamente “patinetos”- aguante el inclemente sol, la falta de respeto de algunos motociclistas y automovilistas; y respire más smog al hacer ejercicio para mover su vehículo de dos ruedas. Sin embargo, habrá quienes si sacarán raja de seguirnos dando la suculenta sopa del que no se preocupa más que de acumular poder (y lo demás) imponiendo su obtusa voluntad. Entre tanto el parque motorizado sigue creciendo y las vías de tránsito son las mismas, pero estranguladas. ¡Qué maravilla!


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José Luis Castellanos González
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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