Al alcalde de Monterrey, Adrián de la Garza Santos, siempre hay que darlo por vivo. Contra viento y marea se impone, por las buenas o por las malas. Tiene una casi virtud militar, sus tropas son leales hasta la fatiga. The Policeman, le llamaron en el sexenio de Rodrigo Medina de la Cruz. Adrián ha sobrevivido a sus compañeros de política. Su mayor derrota fue contra Samuel Alejandro García Sepúlveda y, aun así, mantiene la alcaldía de Monterrey, la Fiscalía General y estrecha lazos con el Tribunal Superior de Justicia. Nada mal para quien tuvo todo en contra.
La marca PRI arrastra a De la Garza hacia abajo. El PRI, en buena parte gracias a Alejandro Moreno, es un partido en extinción, y el PAN, si no progresa en su militancia, perderá el registro nacional. Un escenario fúnebre para Adrián en su candidatura al Gobierno de Nuevo León. Sin el PAN, el alcalde de Monterrey pierde. Por eso necesita compartir, repartir. Su peor escenario es que Movimiento Ciudadano le quite la marca PAN para la gubernatura. Y todavía falta quién se postule, mediante la encuesta de Palacio Nacional, a la gubernatura por Morena. En un combate de tercios, Adrián pierde.
Su misión imposible, si acaso decide aceptarla, es la de incluir, aceptar, negociar, una mano dura, como siempre, pero con izquierda. Acerado círculo con la administración sin errores, no como su anterior gestión, de la mano derecha llamado Antonio Martínez en la Tesorería y Gabriel Ayala ejecutando como secretario. La lealtad es el signo de Toño Martínez, así lo demostró como encargado de despacho y tesorero. Como en el futbol, completa el tridente de Adrián su delfín Marcelo Segovia, quien es el líder que el presidente municipal requería para transformar la infraestructura de atención en servicios básicos, sin él la superestructura política e ideológica, barrio por barrio, no existe en Monterrey; qué más quisiera Adrián que fuera su sucesor.
Adrián respeta los acuerdos políticos, por eso la presencia operativa de César Garza Villarreal. La sucesión llama, su opción natural es Marcelo Segovia, pero si no ocurre, está Ivonne Álvarez, cercanísima a Adrián; si las negociaciones con el PAN prosperan, tendría que decidirse por Fernando Margáin, Monterrey les toca, arguyen en el PAN. Quien no es opción es Lorena de la Garza, a pesar de su ímpetu íntimo que la mantiene políticamente vigente con el grupo de Francisco Paco Cienfuegos, quien pierde capacidad de maniobra en la administración de Monterrey y en el Congreso local. Movimiento Ciudadano tiene acuerdos con el PRI y la narrativa de “falsos acuerdos de caducidad” se desmorona. Lorena y Cienfuegos agotaron su artillería. La salida de supervivencia de Lorena es una diputación federal.
En los desacuerdos por venir se implica un distanciamiento entre el gobernador Samuel Alejandro García Sepúlveda y la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, y a pesar de los abrazos en su próxima visita, hay competencia electoral. Para Morena, Nuevo León es otra joya en la corona y no quieren dejarla ir ni para MC ni para el PRIAN. La variable de Karina Barrón en Morena existe, aunque no para la alcaldía, pero quitaría votos. En el desavenido matrimonio entre el PRI y el PAN solo habría dos opciones: Ivonne Álvarez y Fernando Margáin para Monterrey. La decisión no es de Paco Cienfuegos, sino de Adrián de la Garza. Digamos que no tiene comienzo la política, empieza donde la hallas por vez primera y te sale al encuentro por todas partes, casi José Emilio Pacheco. La realpolitik salta y asalta a Adrián de la Garza, ¿qué hacer?