Política

La banalización de la misoginia

Moisés Butze
Moisés Butze

Acusar de misoginia a un rival político se ha convertido en moda, un delito que en tiempos de #MeToo es pecado capital para la imagen de cualquier personaje público. El círculo de Evelyn Salgado, gobernadora de Guerrero, asegura que las acusaciones sobre el asesinato del tío de un operador de su gobierno, supuestamente novio de la mandataria, entraña una descalificación que no existiría si no fuera mujer: “está enfrentando violencia política en razón de género y quieren desacreditar su trabajo por medio de una campaña mediática”, han dicho sus defensores. Una respuesta rápida y fácil que parecería eximir a la funcionaria de una explicación sobre la escalada de violencia que ya alcanza a su propio gobierno, por no hablar de la presunta existencia de familiares vinculados a la víctima, con aparentes atribuciones extracurriculares sobre partidas presupuestales importantes.

Por otro lado, Xóchitl Gálvez denuncia que la apreciación de Andrés Manuel López Obrador que la convierte en supuesto títere de Claudio X. González y otros oligarcas solo se explica por el menosprecio del Presidente respecto a las mujeres. Las cosas llegaron a mayores con el fallo del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que resolvió que los dichos de AMLO pueden constituir violencia política de género, pues “pretenden transmitir la idea de que sus aspiraciones políticas para ocupar un determinado cargo no se sustentan en sus méritos, sino en la decisión de un grupo de hombres”. Este lunes, en la conferencia mañanera, el Presidente revisó textualmente tales dichos y mostró que en ningún momento hizo referencia a “un grupo de hombres”, como asegura el Tribunal, sino a la mafia en el poder y argumentó que, al margen de género, una y otra vez ha acusado a los presidentes neoliberales de haber sido empleados de la oligarquía que domina al país.

Por supuesto que existen actitudes misóginas que perjudican la apreciación de los actos públicos y el quehacer de los protagonistas. Tales actitudes deben ser señaladas allá donde el prejuicio machista distorsiona y daña la imagen o trayectoria de una mujer por el simple hecho de serlo. Y ciertamente usos y costumbres, valores introyectados en la cultura popular y en la vida cotidiana nos han colonizado en mayor o menor medida a todos; hacerse consciente de este abuso en contra de las mujeres, en ocasiones sutil pero omnipresente, nos obliga a “desinstalar” las inercias que operan en cada uno de nosotros. La propia Xóchitl, para no ir más lejos, incurre inadvertidamente en ello al acusar a las mujeres del gabinete de López Obrador de estar allí no por sus méritos sino por su sumisión al líder.

El problema es que en círculos políticos y mediáticos tenemos un rato abusando de la fácil y efectiva denuncia para dañar a un rival, amén de la tendencia de las funcionarias a utilizarlo como coartada para oscurecer o evadir la propia responsabilidad. Los operadores políticos y de comunicación de muchas de ellas han detectado que denunciar como misógina a toda crítica recibida los exime de ofrecer una verdadera explicación. No es un tema menor: tenemos diez gobernadoras, titulares de organismos claves como la Suprema Corte o el INE, multitud de presidentas municipales y cientos de legisladoras locales y federales. Igual que sus colegas hombres, algunas son buenas servidoras públicas, otras regulares y otras pésimas. Como cualquier otro ser humano cometen errores y aciertos, pero tratándose de responsabilidades públicas deben estar sujetas al escrutinio de la comunidad, en la misma medida que sus colegas varones. El problema es que el tema de la misoginia se está convirtiendo en antídoto de toda crítica que provenga de un emisor masculino, tenga o no sustento. En ocasiones ni siquiera el hecho de que sea una mujer quien critique el comportamiento de una funcionaria impide que esta se refugie en esta excusa.

Tendríamos que evitar la calificación de machista, automáticamente, a toda crítica a una mujer que desempeña una responsabilidad pública. Antes de darla por buena, preguntarnos seriamente si esa acusación se haría también en el caso de un hombre. O incluso cuando, en efecto, la manera de presentar dicha crítica acusa un matiz misógino, algo bastante frecuente, habría que reconocerlo sin descartar con ello la posibilidad de que el contenido de fondo de esa crítica exige una respuesta.

Lo de Evelyn Salgado lo ilustra. ¿Cuánto de la acusación que señala a Félix Salgado Macedonio como el gobernador de facto de Guerrero obedece al hecho de que la mandataria sea su hija y no su hijo? ¿Si en lugar de Evelyn fuese Avelino se habrían dado tales críticas? Francamente, sí. Quizá el tono podría haber sido distinto, porque en efecto la forma adquiere tintes misóginos, pero el fondo seguiría estando vigente. Es decir, un joven que sin la experiencia o trayectoria obtiene una candidatura asegurada por disposición del padre y este ejerce un ostensible protagonismo en los asuntos públicos del estado.

La polémica entre AMLO y Xóchitl no anda muy lejos de lo anterior. En este espacio he cuestionado la decisión de López Obrador de atacar desde la tribuna presidencial a los precandidatos de la oposición. Es ilegal, no es ético y ni siquiera políticamente conveniente para su causa. No se trata de que Xóchitl sea mujer, simplemente es incorrecto que un mandatario use recursos del Estado para dañar la imagen de opositores que aspiran a sucederlo o que se inmiscuya en procesos internos de otras fuerzas políticas. Es eso lo que debe evitarse. Pero criticar al Presidente por una supuesta misoginia al decir que ella es títere de otros más poderosos es hacer discurso político. Los maximatos históricos o funcionales son moneda corriente: políticos que han sido instrumento de otras agendas. Se puede estar en desacuerdo con tal apreciación, que Xóchitl sea instrumento de esos intereses, pero ese es un tema a debatir y resulta pertinente en sí mismo, más allá de que sea hombre o mujer, tratándose de alguien que aspira a convertirse en mandatario de este país. De la misma forma que es válido preguntarse los márgenes de innovación y cambio de un posible sexenio de Claudia Sheinbaum respecto al de AMLO, y no porque sea mujer sino porque se trata de un sucesor crecido políticamente a su sombra.

En última instancia, con el abuso político de la palabra misoginia, me parece, tarde o temprano la verdadera víctima será la propia causa de las mujeres. Prostituir la noción y contaminarla de otras agendas termina por banalizar y, por consiguiente, inutilizar, a pesar de lo muy necesario y urgente que resulta transparentar y exhibir el daño que el machismo produce en todos nosotros.


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Jorge Zepeda Patterson
  • Jorge Zepeda Patterson
  • Escritor y Periodista, Columnista en Notivox Diario todos los martes y jueves con "Pensándolo bien" / Autor de Amos de Mexico, Los Corruptores, Milena, Muerte Contrarreloj
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