
De acuerdo, el título de la columna, Adán el cadáver útil, puede ser demasiado drástico, pero clarifica el argumento. Para la presidenta Claudia Sheinbaum es más conveniente un debilitado Adán Augusto López como líder del Senado que las olas que desataría un intento de remoción en este momento.
El escándalo que ha generado la orden de aprehensión contra Hernán Bermúdez, quien fuera secretario de Seguridad en Tabasco y presunto líder de un cártel criminal, ha drenado el capital político de quien lo llevó a ese puesto, Adán Augusto López. No es la única abolladura, pero sí la más severa, en la imagen del otrora secretario de Gobernación de López Obrador y rival de Sheinbaum por la candidatura presidencial.
Adán se ostentaba como una especie de contrapoder en Morena, a partir del control de la llamada Cámara alta. No pretendía insubordinarse al Ejecutivo, pero sí hacerse útil bajo la lógica de su propia agenda y fortalecer una base de poder personal y política, gracias a las negociaciones clave que el Poder Legislativo sostiene con gobernadores, funcionarios, sindicatos y partidos políticos. Acataba las indicaciones de Palacio, pero siempre en sus propios términos con el fin de beneficiarse políticamente.
En realidad, su proyecto personal tenía pocas posibilidades de éxito, aun sin el escándalo del cártel La Barredora. Por más que la fórmula de López Obrador para evitar escisiones le había insuflado de una vida postsexenal artificial, luego de quedar en tercer lugar en la contienda por la precandidatura presidencial. El problema de Adán Augusto es de fondo. Que carece del ADN de Morena y la sensibilidad de este partido respecto a las causas populares es evidente. El tabasqueño siguió siendo priista todavía 12 años más y coordinador de campañas de ese partido en contra de candidatos del obradorismo en su estado. Cambió de casaca cuando le quedó claro que no tenía oportunidad de llegar a ser gobernador vistiendo de tricolor. Pero su idiosincrasia, lenguaje y comportamiento es el de un priista de viejas prácticas; ni siquiera por imitación ha logrado mimetizarse con los usos y costumbres del movimiento del que ahora forma parte. De allí sus escándalos, abrazos vergonzantes con personajes impresentables, dichos de macho alfa, grillas burdas para favorecer a sus ahijados y ahijadas.
El escándalo del cártel de La Barredora apresuró su desplome político. Salvo algún incondicional, han desaparecido los muchos dispuestos a recibir una venia o un favor del coordinador de Morena en el Senado; hoy no hay quien se arriesgue a recibir un beso del diablo que podría ser mortal. La búsqueda del ex colaborador de Adán Augusto sigue en marcha y nadie puede saber a ciencia cierta en qué terminará la investigación, sobre todo porque el asunto fue exhibido originalmente por autoridades estadunidenses y lo mantienen vivo.
Por lo mismo, muchos se preguntan si no es momento para que Sheinbaum, líder del movimiento, aproveche la oportunidad para buscar su salida. Después de todo, constituye un negativo para la imagen de Morena, por no hablar de los roces y tensiones que han existido a raíz de las actitudes, antes y ahora, del atrabancado tabasqueño.
Pero bien mirado, Claudia Sheinbaum no tendría motivos para apresurarse. La prioridad de la Presidenta respecto al Senado es la tramitación rápida y eficaz de iniciativas, nombramientos y presupuestos que necesita la administración. Los acontecimientos han convertido a Adán Augusto en un alfil urgido de hacerse útil. En el peor de los escenarios está en juego mucho más que su carrera política y él lo sabe. Es notoria la disposición del Senado para transitar las prioridades de Palacio en los últimos días. Y, por otro lado, tras 12 meses de operación como líder de la cámara, cuestionado o no, Adán y su equipo están familiarizados con la complicada red de comisiones, representantes de partido, negociaciones en marcha propias de la vida parlamentaria. Particularmente, en la intensa agenda que se viene en los últimos meses del año.
En algún momento la salida de Adán Augusto habrá de darse, pero salvo algún imponderable, no hay razón para precipitarla. Por más que esté “cantada”, genera costos. En lo inmediato, porque la pugna entre las corrientes para hacerse de esta poderosa posición provocaría una grilla inevitable. Un ruido político que Palacio no desea por ahora. Ni es un momento en el que le convenga a la Presidenta la imagen de que ha impuesto a su propia pieza. No lo necesita, considerando que lo que le interesa es sacar adelante sus pendientes legislativos.
Y segundo, no hay que olvidar que Adán Augusto López está allí porque López Obrador diseñó esa fórmula de sucesión o competencia interna. El ganador se quedaba con el Poder Ejecutivo, los perdedores con el Legislativo. En nada ayuda a Claudia Sheinbaum ser ella la que ponga fin a ese diseño. Mucho mejor que las cosas caigan por su propio peso. López Obrador es un animal político y asumirá, o ya lo hizo, que Adán Augusto se ha convertido en un lastre para el movimiento. Pero sería políticamente incorrecto que sea Palacio quien precipite el cambio. Mejor esperar el consenso. El ex presidente nunca dijo por cuánto tiempo había que mantener el arreglo interno, pero 11 meses podría parecer demasiado poco en algunos círculos. Todo indica que las circunstancias desdibujaron por sí mismas el reparto original. Mientras tanto, no hay prisa porque el tiempo corre a favor del Ejecutivo. Hay cadáveres útiles, pero eventualmente todos terminan por apestar.