Desde el pasado 21 de agosto, personal del Sindicato Magisterial tomó las instalaciones del Instituto “18 de Marzo”, obligando a suspender el inicio del nuevo ciclo escolar.
Un hecho desafortunado que lastima la razón de ser de una institución fundada en 1940 por el presidente Lázaro Cárdenas, cuna de brillantes generaciones y parte esencial de la historia de Gómez Palacio y de la Comarca Lagunera.
Que una escuela de tanta tradición se vea envuelta en este conflicto es prueba de la fragilidad institucional que nos acompaña.
Más de dos mil doscientos alumnos de secundaria y preparatoria no han podido iniciar clases, víctimas de una disputa que combina obstinación sindical y pasividad gubernamental.
Los dirigentes del sindicato impiden el acceso al plantel mientras el gobierno no ofrece una salida integral.
El resultado es el mismo: jóvenes detenidos en su formación y un golpe severo a la confianza social en la educación pública.
Al mismo tiempo circulan cuestionamientos de la prensa sobre la conducta del actual director, señalado por gozar de la protección política del secretario general de Gobierno, Héctor Iván Valenzuela.
Se habla de relaciones de amiguismo, apoyos económicos irregulares y privilegios otorgados a un grupo de profesores.
La sombra de los favoritismos no puede ser la respuesta a una comunidad que exige certeza y prestigio.
La crisis no se resuelve con el simple relevo de un director ni con pactos mínimos dictados al calor de la conveniencia.
Su origen está en la mediocridad y en la corrupción doméstica, y solo se superará con un acuerdo integral que devuelva disciplina interna, eleve el nivel académico y restituya la autoridad moral del plantel.
El “18 de Marzo” no debe convertirse en rehén de intereses sindicales ni en botín de complicidades políticas.
Nació como símbolo de emancipación educativa y de compromiso con la sociedad.
Hoy, su futuro depende de que sepamos honrar ese origen. La comunidad espera no un parche, sino un renacimiento.
