Como quien lanza una barca al agua del azar con favorables vientos en popa, a toda vela o bien, como quien arma el perfecto avioncito de papel sabiendo que al hacerlo volar se irá multiplicando en miles. Lluvia de páginas, párrafos al vuelo… así ha sucedido esta semana el nacimiento de un nuevo sello editorial: Minerva, que de lejos veo que ha sido celebrada por editores ya consolidados y escritores que la abrazan al nacer con buenos augurios. Se trata del sueño de un joven editor cuyo nombre prefiero callar por emocionado respeto, que lleva el alma de ensayista y corazón de músico, que armoniza casi perfectamente con su hermano también músico y que consta en actas que el proyecto Minerva se inserta dentro sus estudios del maravilloso Máster en Profesiones Artísticas que promueve con elevada calidad académica la Universidad Carlos III de Madrid y el Círculo de Bellas Artes, en un santuario que se llama SUR, allí donde nace la Gran Vía en su confluencia con la calle de Alcalá.
Minerva Ediciones lanza su primer título en la presente FIL de Guadalajara con una nueva traducción del Viaje a Italia de Michel de Montaigne, pasando por Alemania, supuestamente hace siglos y sin embargo, felizmente actualizado por la fina traducción de Camilo Rodríguez. Allí va el hombre que fue montaña a lomos de un corcel que lo ha de llevar hasta el Vaticano, presenciar milagros, saborear aguas termales y transpirar paisajes maravillosos que parecen desdoblarse en los pasillos de la FIL donde no pocos ensayistas y novelistas, editores y cuentistas quieren unirse al proyecto editorial que lleva el perfil de una diosa. Minerva como símbolo enigmático de la ciudad de Guadalajara, allí donde los desvelados de la FIL acaban en los tacos después de las fiestas editoriales y donde celebran sus triunfos los futboleros de veras; Minerva, guerrera en un mundo que supuestamente se olvidaba del libro, hoy que está más vivo que nunca y Minerva la musa de una casa que fue hogar donde semanalmente se reunían poetas para cantar la hermosa vida.
La nueva traducción de Montaigne en voz de Camilo Rodríguez augura que Minerva Editorial será un sello que procure la publicación de prosa en español universal, sin los peninsulares acentos que a menudo empañan de localismos andaluces o castizos los libros que viajan desde España y sin palabras de uso exclusivo en las casas andinas o los calores de Cartagena; aquí leeremos libros de autores en reposo, fantasmas de otros tiempos e idiomas con el firme propósito de volverlos legibles en español de todos y para guinda, una joya: Minerva Editorial utiliza como fuente tipográfica el milagro de los tipos móviles llamados Enrico, resucitados por Gonzalo García Barcha para solaz y beneficio de lectores de todas las dioptrías; letras que insinúan el renglón para facilitar a la yema de las pupilas la lectura placentera, la que hace pensar y fijar una página específica con la elegancia no de uno sino de dos livianos cordeles de seda como marcapáginas, todo ello sobre un papel de calidad que se agradece al tacto.
El Montaigne que ahora circula será el primero de muchos que aletearán en la Colección Ínsula, archipiélago de papel donde tendremos oportunidad de viajar por leer, acompañar a los viajeros del pretérito que llevaban libretas como pasaporte y se dice que la editorial perfila también publicar ensayos de autores contemporáneos y coetáneos, textos donde cada firma pueda abrevar de su propia memoria y plasmar eso que Montaigne mismo podría llamar pensamiento andante. Se dice que al timón de Minerva también se le antoja dedicar una colección a la prosa futbolera y con el tiempo cuajar una digna alineación de escritores que —no habiendo podido jugar en primera división— sacian su pasión en palabras que son pases, gambetas verbales y auténticos tiros a gol. Con el tiempo, se verá qué tantas ramas han de salirle a esta Minerva como árbol, cuya generosa sombra ya se anuncia por la sana belleza de sus primeros frutos, las hojas verdes en pleno invierno, las ganas de abonar con empeño y honestidad en el afán invaluable de hacernos leer, ayudarnos a seguir leyendo y así, que se lea mejor el mundo.
Los tiempos permiten afirmar que Minerva es de México pero también de Madrid, que sus cuidadas ediciones se podrán adquirir, vender y prestar en ambas orillas del mar y que no tardará en volar con coediciones amables con otras editoriales que impulsen sus vuelos. Los tiempos permiten augurar que Minerva será una editorial que pronto tendrá más presencia no sólo en las próximas FIL de Guadalajara, sino en muchas otras ferias y estantes donde iremos poco a poco apuntalando la necesaria declaración de que lo único que nos salva como personas, país y planeta está en los libros, cosa que no entienden los políticos engreídos, los renacidos autoritarios, xenófobos y fascistas, los paladines del plagio y los príncipes de toda ignorancia. Nos salvan los libros, lo que leemos en ellos, lo que queda en tinta y lo que hace bogar a una nueva editorial con tan sólo su primer título en este mar de circunstancias que parecen adversas, sargazos de unas aguas turbulentas, huracanados cielos donde no pocos amigos y lectores celebran de veras el increíble atrevimiento de Alberto Grillasca y Santiago Hernández Zarauz, diseñador y editor responsables de esta nueva casa de ventanas abiertas y sólidos portones que se llama Minerva… en hora buena.
Minerva
- Agua de azar
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Jorge F. Hernández
Ciudad de México /