La feliz melancolía de Lisboa y el paisaje infinito que se multiplica a lo largo del río Tejo que se llamaba Tajo en Toledo, antes de aumentarse con un caudal de voces agudas que cantan fado y son sirenas viudas de marineros de otros siglos; las calles alineadas por resbalosas piedritas que escriben en las banquetas frases en braille y el sabor del mar en platos que parecen recién lavados por espuma; el atardecer morado sobre los párpados del Chiado y el Barrio Alto o en la tierra de marisma y devoción del Alentejo y en la voz inmaculada de Teresa Salgueiro y seis cuerdas que vibran como trinos a la sombra de los olivos. El barco que anuncia la madrugada en pleno mediodía y las estatuas de figurines con pelucas onduladas hasta los hombros y en todas las paredes azulejos que son espejos, ventanas al óleo como trampantojos de todas las palabras que se escuchan en español aunque se pronuncian cantando, salivando sílabas con la mirada tristemente feliz de un hermoso país que vive con muertos, tan lleno de vida… y de letras, porque Portugal es Torga en los surcos de un sembradío de verbos y Lobo Antunes en la enredada trama de una memoria intacta o la amnesia recuperada de Cardoso Pires y una escalera que parece recitar en cada peldaño una tonadilla de Mário de Sá Carneiro y de pronto, se abre la gabardina de un hombre que lleva en su apellido la posible explicación a que él mismo sea Otros: se llama Pessoa que es persona y para uno de sus heterónimos tiene una caligrafía particular y una carta astral y nombres y apellidos y prosas o poesías divergentes y una sola novia que lo miró a los ojos un solo día en la última fila de una iglesia blanca, cerca del panteón que aquí llaman de Placeres, y se esfumó en un tranvía amarillo que ayer mismo iba cargado de turistas que parecen narrarse en una página anónima del más joven de los cuentistas aún anónimos que vive Portugal en cada uno de sus propios clones.
Es la palabra y no pocos silencios de José Saramago que confirmó su nombre en México, en medio de multitudes que lo seguían como estrella y en la soledad del silencio de un pueblo ametrallado por el odio en un rincón de Chiapas; es la novela con la que él mismo imaginó la eternidad de uno de los Pessoas y la monumental conciencia de todo un país en las paredes de un convento, o en el viaje enloquecido de un elefante que llegó hasta Viena o en la travesura de quién altera la historiografía de una cartografía de recuerdos como si alterara la memoria de un sueño y luego, la caverna donde las sombras se proyectan a los ojos de los ciegos para que todos sus lectores adquieran una rara forma de lucidez, como luz que entra por la claraboya de un viejo edificio amarillo para narrar por los balcones las historias variadas de todos los inquilinos.
Portugal llega como invitado a la Feria Internacional del libro de Guadalajara y me emociona imaginar los enredos donde se reconocen tantos predicados y predicamentos de México con un país que a diario parece separarse de su península y levitar flotando sobre el Atlántico para armonía de su música con el son jarocho y deleite de sus quesos y sardinas sazonadas al calor de los sabores nuestros, como si se encuadernaran relatos lusitanos con leyendas veracruzanas o el callado rumor del barro oaxaqueño horneado en las arrugadas caras de poetas milenarios que cantan la despedida constante de Oporto, el largo viaje a Coimbra… y es novedad que por primera vez en muchos años no estaré en la FIL, para aplaudir de lejos la llegada de los nuevos editores que han de ayudar a salvarnos de tanta ignorancia y para envidiar con admiración a los nuevos autores que han de ayudar a salvarnos de tanta ausencia y mentira en el gran circo de tantas pistas de los libros donde todas páginas no han de abrirse en vuelo sin el aliento de los lectores que completan el secreto que nos une: leen y con la lectura parece recrearse el instante la caligrafía con la que los escritores, en soledad, escriben el hilo de una novela que no merece olvido o las décimas que intentan rimar al amor y debo a la ya sabida excelente diplomacia cultural del escritor Pablo de Raphael la oportunidad de pararme al filo del andén en la estación de trenes Santa Apolonia de Lisboa, a la vera del río que parece mar llamado Tejo, y despedir la nao de tanta buena literatura lusitana, tanta edición hermosa como manteles de encaje hechos con olivos derretidos… a la sombra de un olivo donde reposa Saramago, que se queda alzado de la tierra mas no oculto entre las estrellas, con la sonrisa cómplice de Pilar del Río y las muchas sombras de tantos autores que han de traerme el recuerdo de lo que será porque ya es una de las FIL más entrañables.
México en Portugal
- Agua de azar
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Jorge F. Hernández
Ciudad de México /