Cultura

La recontratransferencia

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Ese raro juego de espejos que se establece entre el diván, el Psico y el paciente se eleva a la ene potencia en algo que debería llamarse recontratransferencia cuando el sujeto (normalmente acostado) se levanta de pronto y baja por la boca del Metro Coyoacán para salir inexplicablemente en un andén adverso, subir escalerillas que no escaleras y hallarse de pronto en plena Puerta del Sol de Madrid. Presa de un engañoso sonambulismo, el levitante confunde al primer expendio de kebab con un trompo al pastor, se queda esperando un helado vaso de agua de Jamaica (aunque no está nada mal la horchata) y se acerca a la Plaza Mayor convencido de que han bardeado el Zócalo de toda la vida, con los sombreros Tardán en el mismo lado de los portales que la sombrerería donde venden boinas.

Perdido en el delirio, la Cibeles parece haber flotado desde la Colonia Condesa de la ahora CDMX al cruce de Alcalá con Recoletos y en un arranque de júbilo incontenible, el viajero cree que han resucitado los trenes en México al bajar por la rampa de la vieja estación de Atocha, abordar el AVE a Sevilla cantando sones jarochos y abrazar el calorón de Córdoba como quien pregunta por un café llamado jarocho. Sueña entonces con cocos como castañuelas de un pretérito cursi y murmura coplillas que ya casi nadie recuerda, embelesado en la escenografía confusa de toda España como espejo de feria del México que se queda en la pupila al despegar en los aviones que cruzan la noche del océano Atlántico (que aquí es Alántico) y allá entre nubes intentar ecualizar el innombrable espejismo que entrelaza dos orillas tan distintas de tan iguales, tan distantes de tan cerca, tan ajenas de tan conocidas.

Lo mismo sucede al volar de Barajas a Balbuena, de León a León o Zamora a Zamora (incluso, Valladolid a la ahora Morelia), pero por hoy sincronicemos el cambio de horario de México a Madrid y dejemos que el cronómetro bata los silenciosos segundos de una profunda ilusión tan fresca como una bocanada de nada: camina por Gran Vía con la mirada perdida en un atardecer pintado por Velázquez o Tamayo, con la mirada estrábica en ambas aceras que son banquetas, respirando como romántico vaporetto la imposible travesía que nos permite estar sin estar en este aquí que parece allá.

Jorge F. Hernández


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Jorge F. Hernández
  • Jorge F. Hernández
  • Escritor, académico e historiador, ganó el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández por Noche de ronda, y quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con La emperatriz de Lavapiés. Es autor también de Réquiem para un ángel, Un montón de piedras, Un bosque flotante y Cochabamba. Publica los jueves cada 15 días su columna Agua de azar.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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