Cultura

‘Chega de Saudade’

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Lo sabe Caetano: la tristeza es una señora que parece una lágrima sobre la piel oscura, una luz en la oscuridad de allá afuera y esa dama de luto que llamamos Catrina pasó esta semana por la larga madrugada de João Gilberto. Guitarrista sutil de quiénsabecuántos dedos en cada mano por la inconcebible prestidigitación con la que convertía las seis cuerdas de su lira en un ramo de lilas o una ligera cascada de lágrimas; guitarrista de corbata en blanco y negro que desapareció de la mirada del mundo hace ya mucho tiempo, aunque apenas ahora inaugure su eternidad sobre una alfombra de nubes que lo lleva directamente a la gloria que compuso él mismo en pentagrama al regalarle a la música del mundo eso que llamamos bossa nova, la nueva canción que pasa como si nada para que todos digamos ¡Ah! Como suspiro, nueva música siempre nueva en colores de una psicodelia donde bailaban mis padres una lenta ondulación a escondidas, a tres metros del tocadiscos donde giraban en 45 revoluciones por minuto (y también en 33) los acetatos que había comprado mi padre en Río de Janeiro.

Jorge Hernández Ornelas estudió una Maestría en Pequeña y Mediana Industria en la Fundación Getúlio Vargas de Río de Janeiro; vivió en el barrio de Botafogo donde los pasajeros hacían batucada mientras esperaban el autobús. Mi padre vino al mundo para hacerlo sonreír y no conozco a nadie que lo haya conocido que no lo recuerde con felicidad: uno de sus mejores ejemplos heterodoxos se comprueba en el cuaderno cuadriculado con el que inició su Maestría en 1968: la primera página anuncia subrayado el curso de Microeconomía con un profesor sin nombre, la fecha e incluso el clima (como si fuera alumno de primaria). A continuación, tres fórmulas despejadas y dos o tres sentencias de teoría económica que pretendían ser inapelables… y luego, ciento veinte hojas en blanco. Al final del cuaderno, en letras al vuelo están apuntados los nombres de Vinicius de Moraes, del historiador padre de Chico Buarque de Holanda, la dirección de Sergio Mendes y dos teléfonos de Jo João Gilberto, anotados con la misma pluma con la que apuntó sus generales un tal Antonio Carlos Jobim. Más como recados que autógrafos, esos números y nombres formaron la feliz tertulia de un mexicano feliz que vivió todo un año de Carnaval. Mi padre se fue de este mundo hace una década, sonriendo y hoy que cumpliría noventa años no sería exagerado suponer que se ha vuelto a ver con João o Gilberto.

Supongo que falan a dos voces el entrañable encargo que le pedimos los enamorados a la saudade: que por favor vaya con Ella y le informe que sin Ella simplemente nada puede ser. Que regrese porque sin Ella ya no podemos sufrir ni un segundo más. ¡Basta de nostalgia! Que se entere que la realidad –sin Ella—no tiene paz ni sosiego, ni belleza y que la melancolía y la tristeza son como las cuerdas que se le cuelgan al alma en cuanto parece que el mar vuelve a los párpados para recordarnos que Ella no sale de mí, no sale de mí… no sale.

Supongo que hay un coro de feliz saudade, percusión selvática y una guitarra que se entrelaza con una flauta como pájaro y esa guitarrita diminuta que parece colibrí. Escucho dos hombres que murmuran en un portugués lejano a Lisboa la sincera esperanza de que si Ella vuelve, si ella volviese, ¡ah, qué cosa linda!, ¡qué cosa loca!

¡Qué cosa tan loca intuir que en el silencio de los muertos están vivas las mejores armonías de su feliz existencia! ¡Qué cosa linda escribir sin vergüenza el milagro de que si Ella vuelve no habrá menos pececitos de colores en todos los mares que los millones de besitos que le daré na sua boca! Cosa linda imaginar a João Gilberto hoy mismo flotando en las melodías con las que acariciaba las cuerdas entre el humo como neblina de una acuarela de tantos colores donde Vinicius cantaba al hablar y Elis lloraba sonriendo; Tom surfeando la ola de un piano al filo de su flauta… y João Gilberto a medio volumen en la habitación alquilada de un estudiante mexicano que no precisó de álgebras para entender la más íntima lección de una economía sentimental: hay versos que tiemblan en somnolientas guitarras para encargarle a la saudade la verdadera curva de nuestra demanda, incluso cuando la escasez de oferta pone en peligro el equilibrio emocional de un instante. El mismo instante en que mi padre seguirá cumpliendo años mientras sigamos recordando tanta alegría con la que bailó la vida y el mismo instante en que intento abrazar a João Gilberto, sin saber a ciencia cierta dónde está.

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Jorge F. Hernández
  • Jorge F. Hernández
  • Escritor, académico e historiador, ganó el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández por Noche de ronda, y quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con La emperatriz de Lavapiés. Es autor también de Réquiem para un ángel, Un montón de piedras, Un bosque flotante y Cochabamba. Publica los jueves cada 15 días su columna Agua de azar.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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