Cultura

‘Acentos’

Escuchar audio
00:00 / 00:00
audio-waveform
volumen-full volumen-medium volumen-low volumen-mute
Escuchar audio
00:00 / 00:00

Me entero —de lejos— que se iba a cerrar el micrófono del programa Acentos del Instituto Mexicano de la Radio y los oídos se me quedaron sordos, los párpados cargados de mar y el corazón henchido de nostalgia. La idea de ese genial programa surgió hace más de tres lustros en la maravillosa cabeza inventiva de Philippe Ollé-Laprune, ensayista y traductor, francés y mexicano, admirable y entrañable demente feliz que tuvo a bien imaginar que una tertulia semanal que hablara de libros y cultura (más allá de los indígenas) daba como para hacer levitar el micrófono de la radio en México. Se le ocurrió que podría juntar en una licuadora a Fabrizio Mejía Madrid y a Fabricio Hernández (con el Jorge por delante y para que sepan de qué va la F., quizá sin saber que entre los tres se armaría el hermoso lío de una semanal por donde desfilaron los mejores escritores, editores y figuras de la cultura en ambos lados del Atlántico en un formato de conversación a tres y cuatro voces que ai’queda como ejemplo a seguir en sobremesas de fondas de prestigio, charlas familiares en torno a la lavadora o el chismerío que se arma en las oficinas muy cerca del garrafón del agua.

Aplauso de pie para Rita Abreu, valiente productora que lidió durante lustros con las enloquecidas ocurrencias de un programa de radio que bien podría haberse celebrado en el camarote de los hermanos Marx o en el camerino de Tin-Tán. Para ella y para todos los admirables colaboradores que cuadricularon desde la cabina el divino desconcierto de Acentos mando abrazos de admiración y gratitud, pues nunca falló el volumen ni la sustancia, el corte oportuno para que los oyentes se repusieran —ya de una carcajada o de un axioma apabullante— y, en fin, la emisión puntual y compacta de un programa sin sangronadas, un programa de escritores y de libros para todos y un espacio donde se fusionaba la cultura con la realidad.

Debido a una imprudencia políticamente incorrecta (que no viene a cuento citar aquí) tuve que hacerme cargo de la falsa publicidad que edulcoraba cada programa de Acentos: patrocinadores inventados que en más de una ocasión llegaron a engañar al respetable público. Estuvo el patrocinio de letrinas de lectura y gafas poéticas (con versos intercambiables), el pañal para leer el Quijote y el USB enciclopédico en forma de supositorio que garantizaba vocalizar

todo tipo de saberes (más de una vez comprobado al aire) y está la vez que Philippe llevó a un enloquecido poeta genial que confesó a todo pulmón que su única experiencia homosexual en la vida había sido con un águila en la Sierra Tarahumara y la vez que inventamos que radiábamos desde Madrid (con gritos de fondo) y el programa que fingimos desde un café en París (con camareros repitiendo comandas y ruido de vasos) o la vez en que Fabrizio no podía salir de casa porque se le había atorado un plomero en el hueco del lavabo y fingimos hacer un enlace con él desde Nueva Delhi (con el genial descubrimiento de que no había afición taurina en el norte de la India) o las muchas veces en que fueron escritores o poetas, narradoras o ensayistas, cronistas y editores, africanos y europeos, de toda Hispanoamérica y de todo México y de todas las ferias de libro y de todos los temas y de tantas cosas que llenaban de inteligencia y debate, de conversación y confusión, reflexión y relajo las ondas hertzianas del antiguo DF, hoy Ciudad de México, que se queda sin un programa de radio que durante poco más de diez años me permitió conjugarme con dos amigos irremplazables y luego, cuando me fui, la inteligente incorporación de Julieta García que le imprimió a Acentos no solo la belleza de su voz luminosa, sino la gracia de leer previamente los libros de los autores invitados.

Hubo no pocos programas de Acentos en que los Tres Chiflados recomendamos libros inexistentes y evocamos falsas biografías y bibliografías de autores inventados y nunca faltó el radioescucha que llamaba a la semana siguiente para informarnos que la autora apócrifa de la que habíamos hablado había sido su vecina en Satélite durante veinte años y está la década larga en que nos escuchaba sin falta un hombre preso en un reclusorio (hasta que consiguió su libertad condicional) y están las horas incontables en que se demostró que un solo programa de radio es capaz de contagiar el amor a la lectura y fermentar el diálogo de inteligencias divergentes… y es muy triste que por razones varias o presupuestales se apague una de las muchas voces de México, que no merece soslayar todos los acentos con los que hablamos, todos los acentos que distinguen a los temas que nos unen y separan y todos los acentos del afecto que hoy abruman como triste nostalgia de eso que semana a semana celebraba con voces el milagro de las letras.

Google news logo
Síguenos en
Jorge F. Hernández
  • Jorge F. Hernández
  • Escritor, académico e historiador, ganó el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández por Noche de ronda, y quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con La emperatriz de Lavapiés. Es autor también de Réquiem para un ángel, Un montón de piedras, Un bosque flotante y Cochabamba. Publica los jueves cada 15 días su columna Agua de azar.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.