En la moderna macroeconomía se reconoce a la política fiscal como uno de los instrumentos más poderosos al alcance del Estado para influir en la economía de un país. La política fiscal incluye dos aspectos fundamentales: los impuestos y el gasto público.
El gasto público es la suma de todos los gastos que el gobierno de un país realiza para satisfacer las necesidades de la población, tales como hospitales, escuelas, carreteras, juzgados, parques públicos, vías de comunicación, etcétera.
Además de cubrir las necesidades de la población y del propio Estado, el gasto público tiene dos funciones muy importantes: La primera es distributiva, al dirigir el gasto para beneficiar a determinadas zonas, proyectos y personas, y la segunda es provocar un gran impacto macroeconómico en los precios, el producto y el empleo.
Con el proyecto del Tren Maya, una parte importante del gasto público se canalizará al sureste del país, en donde mayores necesidades se tienen y en donde la población había sido particularmente olvidada. Todo el gasto público del gobierno federal, de los gobiernos locales e inversión privada que los acompañe en el proyecto del Tren Maya será, en gran medida, en beneficio del ingreso de cientos de miles de personas que viven en situaciones muy desfavorables en esta zona del país.
El gasto público en el Tren Maya tendrá además un efecto multiplicador, ya que todas las personas que reciban parte de este gasto, como trabajadores, proveedores de materiales, de bienes y servicios, harán a su vez nuevos gastos que representarán un nuevo ingreso para más personas en las más variadas actividades, quienes volverán a hacer un gasto provocando así este efecto multiplicador.
El proyecto además es amigable con la naturaleza y las culturas autóctonas, pues depende de ellas para su éxito, ya que es justamente esta exuberante naturaleza y ancestrales culturas prehispánicas lo que atraerá al turismo, principal objetivo del proyecto el cual es una industria sin chimeneas y, por lo tanto, muy bondadosa.
El área que recorrerá el extraordinario proyecto del Tren Maya es una zona de gran potencial por su riqueza natural y cultural. En este sentido, es muy importante enfatizar que el proyecto promete proteger la naturaleza y las culturas de la zona. Debe de ser un área natural y culturalmente protegida, y todos debemos velar que así sea. A nadie interesará encontrar en estas zonas lo que ya existe en las grandes ciudades. Se trataría de desarrollar las actividades de las personas nativas y arraigadas del lugar.
A las cuatro terminales del aeropuerto de la ciudad de Cancún arriban cada año 11 millones de turistas. El Tren Maya podrá llevar y trasladar a un gran número de estos turistas a conocer el fascinante mundo maya o una ciudad amurallada de cuentos de piratas: Campeche, y en general la riqueza territorial y cultural de esta zona herencia y continuidad de los siglos XVI, XVII y XVIII.
Cabe mencionar que el gasto público en este tipo de obras, al igual que con los proyectos de la refinería de Dos Bocas y del aeropuerto de Santa Lucía, amplía lo que los economistas conocen como la frontera de posibilidades de producción, lo cual permite incrementar el producto interno bruto sin causar inflación, aunque en este proyecto del Tren Maya en particular se revitalizará también el bienestar y las culturas ancestrales de la región.
Apoyemos el gran proyecto del Tren Maya, pues es un poderoso detonador de la actividad económica, cuya motivación no es ya más el enriquecimiento exagerado planeado para y por una minoría, sino la recuperación del bienestar, de la dignidad y del orgullo de nuestros conciudadanos y el engrandecimiento y fortalecimiento de un México multicultural, pues sin cultura no hay nación.
* PROFESOR DE LA H. ESCUELA INTERNACIONAL DE DERECHO Y JURISPRUDENCIA