El próximo día 17 de febrero, Miércoles de Ceniza, marcará en el calendario litúrgico el inicio de la Cuaresma, para muchos creyentes en Cristo. Por la fuerza de esta fecha provocará el cambio de dieta.
Pronto los restaurantes anunciarán comidas, desayunos y cenas de cuaresma.
No faltará la capirotada, loa nopalitos con chile colorado, el pipián, los romeritos, el pescado que ya no es caro porque con ésta pandemia, pocos lo consumen.
Celebrar un acto de fe en un templo, y a veces el único al año o también poco, menos ahora que ya hasta para entrar a una ceremonia de un templo, en algunos se pide con lleven boleto, esto quiere decir que puede haber selección y un recurso menos para los rateros que roban de las bolsas de señoras distraídas.
Entre creyentes muchos saben que la práctica de la ceniza, como signo de penitencia, viene desde el Antiguo Testamento.
La práctica del Miércoles de Ceniza, es una invitación a enmendar la vida de la mala conducta o del despiste generalizado, sobre todo ahora que vivimos un momento social en el que hacemos todo el esfuerzo por no creer más que en lo que queremos creer, con el argumento soberano de que es mi opinión, mi creencia.
Hay despreocupación por seleccionar nuestras fuentes de información, porque convenencieramente queremos creer en lo que va de acuerdo con nuestros intereses muy personales, que a veces son intereses de clase social, que coinciden más con nuestra conducta de superioridad, que con la realidad.
México, al igual que países latinoamericanos y del Caribe, reportan, por las noticias, un grave deterioro en la convivencia social armónica y pacífica.
Esto sucede por el aceleramiento de la violencia, que así como se manifiesta en robos, asaltos, asesinatos, también se acelera por informadores que se ocupan en atar al sistema vigente con mentiras alarmantes.
Hay una contaminación de la información, como pocas veces lo habíamos sufridos.
Cada quien se decide a creer lo que para sus gustos, quiere creer.
Analizados nuestros problemas actuales, descubrimos el debilitamiento de la vida religiosa, como uno ingrediente, no el único, pero esto va acompañado por el deterioro de la cultura.
La Cuaresma puede ser una oportunidad para la rectificación, que es difícil por tanto enredo que traemos por las informaciones al gusto, que nos proporcionamos.
Pero de que andamos no tan bien, es evidente, y que necesitamos hacer esfuerzos fuera de los acostumbrados, es una necesidad urgente.