El 19 de marzo de 2016, el Papa Francisco, dirigió una carta al Episcopado Latinoamericano, sobre la actividad pública de los laicos enmarcada dentro del concepto “el Santo Pueblo fiel de Dios” que está dentro de las enseñanzas del Concilio Vaticano II. Los primeros párrafos van:
“Evocar al Santo Pueblo fiel de Dios, es evocar el horizonte al que estamos invitados a mirar y desde donde reflexionar.
El Santo Pueblo fiel de Dios es al que como pastores estamos continuamente invitados a mirar, proteger, acompañar, sostener y servir. Un padre no se entiende a sí mismo sin sus hijos. Puede ser un buen trabajador, profesional, esposo, amigo, pero lo que lo hace padre son sus hijos. Lo mismo sucede con nosotros, somos pastores. Un pastor no se concibe sin su rebaño al que está llamado a servir. El pastor, es pastor de un pueblo, y al pueblo se le sirve desde dentro. Muchas veces se va adelante marcando el camino, otras detrás para que ninguno quede rezagado, y no pocas veces se está en medio para sentir bien el palpitar de la gente.
Mirar al Santo Pueblo fiel de Dios y sentirnos parte integrante del mismo nos posesiona en la vida y, por lo tanto, por los temas que tratamos de una manera diferente. Esto nos ayuda a no caer en reflexiones que pueden, en sí mismas, ser muy buenas pero que terminan funcionalizando la vida de nuestra gente, o teorizando tanto que la especulación termina matando la acción.
Mirar continuamente al Pueblo de Dios nos salva de ciertos nominalismos declaracionistas (slogans) que son bellas frases pero que no logran sostener la vida de nuestras comunidades. Por ejemplo, recuerdo ahora la famosa expresión: “es la hora de los laicos” pero pareciera que el reloj se ha parado.
Mirar al Pueblo de Dios, es recordar que todos ingresamos a la Iglesia como laicos. El primer Sacramento, el que sella para siempre nuestra identidad y del que tendremos que estar siempre orgullosos es el bautismo”(III/19/2016).