En materia de seguridad, en Nuevo León no hay buenos recuerdos del sexenio de Felipe Calderón: del 2006 al 2012 pasamos de ser un estado pacífico, a uno de los más violentos del país; pasamos de unos cuantos asesinatos al mes, a varias decenas en un solo día.
Cómo olvidar los 20 acribillados en el bar Sabino Gordo en julio de 2011 o los 52 asfixiados por el incendio en el casino Royale un mes después, por contar algunos de los incidentes que conmocionaron a Monterrey y la posicionaron como una de las ciudades más violentas del mundo.
Las políticas de choque del entonces secretario de Seguridad federal, Genaro García Luna, trajeron a Nuevo León un baño de sangre, con enfrentamientos de grupos delincuenciales entre sí mismos y con las fuerzas federales y estatales.
Murieron muchos delincuentes, muchos policías, muchos soldados, pero sobre todo muchos civiles inocentes en fuegos cruzados, pero también en actos de mala fe, como ocurrió con los dos estudiantes del Tecnológico de Monterrey en 2010.
No supimos en qué momento la escalada de violencia nos llevó a tener circulando camionetas atestadas de gente armada que desafiaban a las fuerzas federales y a policías estatales y municipales, a quienes también mataban por sorpresa para bajarles la moral.
Parecía un plan sistemático para justificar miles de armas en las calles. Nunca nos preguntamos quiénes ganaban con ese arsenal que a diario vomitaba balas, sangre y muchos cadáveres, pero está claro que los grandes perdedores fueron los ciudadanos que pusieron los muertos inocentes, los secuestrados, levantados y muchos de ellos, desaparecidos hasta la fecha.
La famosa “guerra contra el crimen” nunca se ganó; el país sigue con más muertos que nunca y quienes la ensalzan es porque no les tocó perder a algún familiar en fuego cruzado o desaparecido sin razón.
La paz de Nuevo León se logró en 2013 y 2014, cuando Genaro García Luna ya se había ido y culpable o inocente; aquí nadie lo va a extrañar.
Moraleja: las políticas de seguridad deben ser materia de discusión pública entre todos los actores sociales.