Creo que nadie nunca podrá siquiera imaginarse el dolor por el que atraviesan los familiares de Debanhi Escobar y los de todas aquellas mujeres que han desaparecido o han sido encontradas sin vida en este país. Pero como padre y como ser humano, es un dolor que no le puedo desear a nadie.
Estos últimos días he atestiguado con autentico horror que a veces este mundo en el que vivimos es atroz y hostil. Que a veces, los seres humanos podemos llegar a ser una especie despreciable. Que no puedo entender, no cabe en mi cabeza siquiera la idea de lastimar a otro ser humano y menos aún de privarle de su existencia.
Lo sé. Hay en nuestra naturaleza una tendencia hacia la violencia, pero se supone que, a diferencia de otras especies con las que compartimos este mundo, hemos desarrollado un raciocinio y ciertas reglas de convivencia que nos diferencian de aquellos animales que matan por instinto.
Una y otra vez compruebo que ese pacto social ha sido insuficiente. Una y otra vez veo en las noticias y en el día a día que el impulso violento persiste y se niega a ser domado. Todo esto es cierto pero también es cierto que me reúso a que tenga que ser así. Me niego a aceptar que esa tenga que ser la normalidad en la que tengamos que vivir. Porque no es normal.
Algo está pasando como sociedad que tenemos que corregir. Y aunque desde luego la ausencia de Estado, la impunidad y la ineficacia del sistema de justicia son elementos que pesan para que estas terribles cosas sigan pasando, también influye el tejido social descompuesto.
No me vienen las palabras respecto a lo que está sucediendo en Nuevo León porque no se trata de algo nuevo, es un deja vù que se repite de manera grosera en nuestra realidad. Mujeres asesinadas y desaparecidas por doquier. Los números se incrementan con los años. Las respuestas sobre su paradero o sobre porque fueron asesinadas quedan en el aire o en meras conjeturas.
En el interín, un centenar de madres, padres, hermanas y hermanos, amigos, amantes tratan de llenar el vacío como pueden. El Estado no actúa, la sociedad muchas veces pasa inadvertida y a los deudos lo único que les queda es afrontar la perdida lo mejor que pueden.
41 mujeres han desaparecido en la periferia de Monterrey en lo que va del año y otras 1700 en todo el estado. Estas no son cifras, no son simples datos, son vidas. Y ya no sé cómo puede hacerle uno para explicarse que esto se repita ad infinitum. Lo que sigue sucediendo en este país me rebasa y me aterra. Hoy le pasa a alguien más, pero mañana me puede pasar a mí, a ti, a todos.
Creo que esto nos invita a reflexionar en la clase de seres humanos que somos y en cómo tratamos a los demás, desde lo más básico hasta lo más complejo. Seamos mejores personas, cuidémonos entre nosotros, tratemos mejor a los demás, creo que por ahora es lo único que podemos hacer…
Javier García Bejos