Es que casi todos sabemos querer, pero pocos sabemos ser charros sindicales. Gran tristeza embarga a la Patria porque don Carlos Antonio Robero Deschamps de la Colina y Bárcenas del Perpetuo Socorro y María Auxiliadora ha dejado el liderazgo obrero más legendario de la historia (después, claro, del celebérrimo Fidel Velázquez y la inefable Güera Rodríguez Alzheimer, que dejaron un precedente como no hay otro igual, que nos hizo comprender todo el bien, todo el mal) en el sindicato de Pemex afamado por entrón y por su relación nada tóxica con el PRIcámbrico temprano. Un ser de luz y de color que, según las malas lenguas que todo lo saben y lo que no lo inventan, llevaba una vida que habrían envidiado los jeques árabes.
Dirán que sería cursi decir que es “el fin de una época”, pero como al frente se quedan sus gerifaltes de siempre —a menos que las cosas no cambien mucho—, podemos decir que al menos para Don Charly simplemente se acabó lo que se daba.
Ciertamente los mexicanos vamos a extrañar, porque somos muy dados a muy extrañas nostalgias, a este enorme personaje que sin ningún pudor, como es normal en alguien de su categoría moral, exhibía sus riquezas, sus viajes a todos lujo y la manera en cómo se podían gastar los recursos públicos en el mejor estilo de un padrote internacional. Por supuesto, quienes lo critican tan agriamente y casi que se quieren ir a El Ángel a celebrar como si el Tri hubiera llegado al quinto partido, no han superado sus resentimientos ni su pesadumbre histórica de agoreros del desastre. En vez de llorar por su ausencia (¿quién va a ser nuestro maestro en las artes de la real politik nacional?), deberíamos de juntar un bonche de llaves para mandarle a hacer su estatua junto a la Cabeza de Juárez.
Pobrecito don Robero, como si no fuera suficiente con estar en estos linchamientos sin el cobijo de su abogado consentido, Juan Collado (un leguleyo frugal, prácticamente asceta, al que no se le daba ni la frivolidad ni el show bizz como su otro jefe, mi licenciado Peña) casi que le quieren echar la culpa hasta por andar imprimiendo facturas chuecas.
Pero don Robero Deschamps puede estar tranquilo, no solo porque en cualquier momento lo van defender la Coparmex, Markitititito Cortés, Gustavo Madero y Claudio X. González, porque podría dedicarse a armar Pemexgates a domicilio.
[email protected]
@jairocalixto