Como era de esperarse, como era previsible, estaba más cantada que la de payaso de rodeo, Marcelo Ebrard aplicó la neymariña electoral y, haciéndose la vístima y exigiendo expulsación y penal, quiere que todo el proceso de la corcholatiza se reponga para que él gane por dedazo como la señora Gálvez.
Esto tendría lógica si se hubiera dado algún indicio de que su campaña hubiera tenido arrastre, arrebatándole el corazón al electorado, cosa que no ocurrió. Se dejó llevar por unos asesores de pésimo y reguetonero gusto que lo llevaron a un territorio que no es el suyo hasta convertirlo en una caricatura de sí mismo: el Marcelo reguetonero, DJ, pescador que no sabe pescar, el que ama BTS (o sea, qué sesentón va a tener el soundtrack de la película de su vida a BTS, pero quiso imitar a Zaldívar que setenteando se siente swftie, no la frieguen), el que se va de trailero oyendo la KBuena y cosas por el estilo para las que no estaba preparado y que solo le hicieron hacer el ridi. Digo, por lo menos le hubieran dado un bañito de pueblo y unas clases de albures sin maestro.
Y es gacho porque Marchelo es más que la campaña en la que se fue precipitando al vacío por tratar de ser lo que no es, y con propuestas que parecían dictadas por Kinky Téllez como la del Robocop que estaba muy furris. Marchelo ha tenido una gran trayectoria, ha sido prudente, congruente y eficiente, y lo de las vacunas contra el covid fue una hazaña tremenda por la que todos deberíamos estar agradecidos. Sin embargo, eligió por culpa de sus pinchis asesores tan furris el camino del melodrama, la autocomplacencia y del coqueteo con los adversarios de la Cuatroté. Ya lo peor fue cuando le dejó ir la lámina al doctor Gatell innecesariamente para quedar bien con Claudio XXX.
Mi Marche hubiera ganado mucho rating si, en vez de irse contra Claudia, se hubiera lanzado contra Xóchitl y todas sus barbajanadas.
Por eso, verlo hoy alegándole al ampáyer, armando jaleo para sacar raja, metido en una narrativa como de Pedro Ferriz y casi pidiendo más presupuesto para la señora Piña, está muy gacho para el final de una carrera brillante, digna, chingona, que se va desbarrancando. Más cuando lo apoya Xóchitl en forma de faux pas.
¿Es neta que Marchelo se va al infierno de Dante Delgado donde nomás se va a chamuscar como es tan predecible? Si lo que quiere es piso parejo, ahí menos lo va a encontrar. Ahí nada más lo van a traer de mascota para ver cuántos votos le puede robar a Morena.