Más culebrítico y telenovelero que la increíble y triste historia de la cándida Selena y su ex novio Justin Bieber desalmado (ya quisiera la oposición tener la capacidad para la intriga y la desestabilización de las Kardashian) ha sido la renuncia del secretario de Hacienda, el señor Carlos Urzúa, que con su renuncia pasó de ser un héroe de la cuarta transformeichon para los chairos a convertirse en un dios huichol todopoderoso para fifícratras y antílopez que, hasta hace muy poco, le querían dar clases de economía doméstica todos los días.
O sea, es momento de madurar, en vez de darle a la salida de Urzúa una lectura como de Stranger Things 3 con demogorgon incluido (bueno, el más culto y fino de nuestros intelectuales, Chumel Torres, que hace palidecer a Ricky Alemán, Chayo de Hacha, a los siameses Ferriz por sus sinapsis y sinopsis, sugirió a su siempre bien pensante clientela que mejor fueran a comprar dólares, en un arrebato luminoso), vemos la manera tan cool como mi licenciado Peña enfrenta sus pequeños problemas con elegancia sin igual. Si el abogado Coello Trejo lo acusa de abusar de la nobleza de Lozoya Lozoyita, el hombre reacciona como Mauricio Garcés diciendo “¡Arrooozzz!”. Si reaparece casualmente Javier Duarte para contar que desde la PGR lo estaban extorsionando y con lágrimas en los ojos le pidió ayuda a don Enrique que, magnánimo, le prestó un billete, el ex esposo de La Gaviota, como lord, ni lo peló.
Y ahora, cuando se dio el apañón de Juan Collado, su bróder y representante legal (dicen que estaba planeando un plan para conquistar el mundo con Robero Deschamps hasta que llegó la autoridad a ponerle un susto porque el líder charro creyó que venían a cobrar todas las cuotas sindicales que andan volando, tanto que hasta pidió un bolillo), Peña Nieto, en el mejor estilo de Hugh Hefner, se puso su bata de satén y barrió a todos con su mirada salpicada de desdén.
Así tendría que haber sido la carta de Carlos Urzúa, con estilo y caché, en lugar de escribir una onda como de Stephen King. Bueno, hasta nos hace añorar la carta de renuncia a la CFE de Ochoa Reza, ese gran imitador de Clavillazo, porque tiene sus tonalidades versallescas de tipo telenovela de Juan Osorio.
Nada más le faltó al ex secretario pedir el acompañamiento de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Ni las Kardashian.
[email protected]
@jairocalixto