Como casi tengo la certeza de que aún queda mucho bot en la audiencia a quienes las telenovelas de García Luna Productions —como El amor tiene cara de Cassez— les moldearon su educación nutrimental, es comprensible que haya compatriotas que ante los muy mal hechos, pésimamente planeados y peor comunicados operativos en Culiacán (cualquiera diría que dieron la vocería del aparato de seguridad a la pinchi Sota en combinación con Rubén Aguilar) habrían preferido con espíritu vociferante que en vez de soltar al hijo del Chapo, se le hubiera mantenido bajo resguardo de las autoridades, sin importar que los sicarios del cártel de Sinaloa tuvieran encañonada a población, soldados y policías de toda índole con su Barrett 50.
Y aunque a decir de la fanaticada narcoguerrerística era muy poco probable que estos humanitarios personajes hubieran respondido de manera hiperviolenta, pues tal cosa por supuesto no forma parte de la naturaleza de los sicarios, cabía la remota posibilidad de que con tal de recuperar a su líder, se pusieran como locos y salieran a disparar a mansalva. Por eso valía la pena dejar perder esta batalla que de todas maneras no tenía remedio (incluso a pesar de la esperada reacción opositora que se calzó el uniforme del comandante Borolas para exigir sangre, y cuando la hubiera, lógicamente, acusar de inmediato a la 4T de insensible y asesina) con la idea de que al final de cuentas no habría ni perdón ni Ovidio.
Y es que en el nombre del Ratón lleva la penitencia: Ovidio, referencia romana de las metamorfosis bravas que se requieren y exigen más allá del fuchi-guácala, inteligencia, planeación y precisión quirúrgica contra el crimen organizado. No más improvisación calderónica ni abulia peñista, lo de Culiacán no se puede repetir. Este es el gobierno, no la Femexfut, donde a cada rato sus estadios se convierten en zona de madrizas tumultuarias como en San Luis Potosí, donde se armó la campal. La clase de espíritu deportivo que solo puede compararse con el de los Tigres, el Empatuca y Gignac, que le jugaron al esquirol con el Veracruz, de por sí víctima del chupacabras de Kuri.
Amikos, cada vez que un derechairo dice “defiendes lo indefendible” enarbolando a Vargas Llosa, algún Derbez hace una película. Como quiera que sea, dicen que lo de Culiacán fue un cuatrote desestabilizador. O sea que espera, aún la nave del Ovidio no ha partido.
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@jairocalixto