Dice AMLO que el subjefe Diego es el maestro de Ricardo Anaya, quizá muy al principio porque ahora es claro que el discípulo ha superado al maestro y que en su calidad de costal de mañas se lleva las palmas, y ha superado al líder del Team MumRa arrebatándole un trofeo que había ganado durante varios años consecutivos: el Costal de mañas de oro.
Por eso vimos a mi Richard, valientemente agazapado en su leonera, atendiendo al juez que lo llamó a comparecer a través de Zoom en algún lugar de Texas porque Atlanta 1 Atlante 2, ya no es de la estatura de su vida. Ahí emprendió la núbil tarea de hacerse como tío Lolo con las múltiples y variadas acusaciones que pesan sobre él pues, al parecer, además de los sobornos de Odebrecht, el atraco de la reforma energética, el milagro de la reproducción de las naves industriales y vivir cual pachá sin trabajar, quiere seguir regenteando al PAN como si fuera su caja chica, con una pequeña ayuda de su Susanito Peñafiel y Somellera (con perdón de don Joaquín Pardavé), Markitititititito Cortés.
El show no hubiera estado tan mal, pero se ha dejado defender por la señora López Rabadán, esa mala copia de Lilly Téllez, reforzando así su desprestigio. Y ya se supo que prepara su graciosa huida pues está rematando su caserón en Georgia a mitad de precio (con quinientos mil dólares puedes adquirir esa propiedad urgida de exorcismo, pues me dicen que hay tantas malas vibras que ni la niña del aro quiere ir a espantar gente y que Jason y Freddy Krueger le dan la vuelta) por si hay problemas, salir volado, pero volado hacia Texas para sacar su OnlyFans.
Eso sí, se me hace muy mala onda que todo se le cuestione a Anaya, incluso que después de que cayera el billete de Odebrecht, casualmente le compró a su señora esposa —que de manera muy heteropatriarcal siempre está en quinto plano— una mansión queretana porque, qué tendría de malo, quería comprar a Los Cuervos de Nuevo Toledo para diversificar sus inversiones.
Aquí entre paréntesis, yo pensaba que a Fernández de Cevallos le decían “La Ardilla” por ardido, algo que tendría mucha lógica con sus arrebatos de charrito montaperros de los últimos tiempos; pero López Obrador nos explicó que, con perdón para las ardillitas de Lalo Guerra, le dicen “La Ardilla” porque se la pasaba en Los Pinos en los tiempos de Charly Salinas, cuando era el ajonjolí de todos los complós.
El airecito de La Rosa de Guadalupe despeina a mi Richard.
Jairo Calixto Albarrán
@jairocalixto