Cultura

Pintaba con sangre de res

El niño Filogonio observaba el florecimiento de la vegetación en Mazatlán Villa de Flores, en la Sierra Mazateca de Oaxaca, el pueblo donde nació hace 36 años. En ese ambiente pasó su niñez, la adolescencia y parte de su juventud. Nunca le faltó un cuaderno donde bosquejara lo que veía. Era una forma de resistir la discriminación.


Humberto Ríos. Pintaba con sangre de res 10
Humberto Ríos. Pintaba con sangre de res 10

La suya era una actitud de firmeza. Un refugio que lo llevaría a crear explosiones de colores sobre diversas texturas, lienzos, muros y pedazos de cartón en los que delineaba figuras. Incluso usó sangre de res que escurría de los tajos. Lo hizo durante su horario de tablajero, uno de los tantos oficios que ejerció para sostenerse mientras estudiaba.

Una noche, animado por la plática que sostenía con amigos a través de un chat, cuando trabajaba de policía en una zona residencial de Polanco, Ciudad de México, fue invitado a estudiar artes plásticas en la casa de cultura de Oaxaca capital, de modo que alistó sus maletas y renunció a la chamba, donde por cierto, había conocido a un clásico ruso de la literatura.

Humberto Ríos. Pintaba con sangre de res 2
Humberto Ríos. Pintaba con sangre de res 2

Llegó a la ciudad de Oaxaca y se presentó con el maestro Carlos Rubio, quien le preguntó si quería empezar “de cero”, a lo que el joven Filogonio le contestó que sí, por supuesto, al mismo tiempo que dejaba unos cuadros al profesor Rubio, quien le encargó la lista de materiales que debería llevar a la clase. Entonces el estudiante gastó sus ahorros.

A los dos meses, el maestro Rubio le comentó que había visto con detenimiento sus cuadros.

Humberto Ríos. Pintaba con sangre de res 3
Humberto Ríos. Pintaba con sangre de res 3

—No, pues están muy bien esto y esto— quedó sorprendido el profesor con algunos de los cuadros, y de repente comentó—, tú estás haciendo lo que hacía esta persona.

Filogonio, sorprendido, le dijo:

—¿Quién?

Y el maestro respondió.

—Vincent van Gogh.

—¿Y ese quién es?— preguntó Filo.

—¿Cómo qué quién es, que no conoces Historia del Arte?

—No, pues no.

El maestro le dijo que él no estaba para estudiar en talleres de primerizos, sino en la Facultad de Bellas Artes, a donde lo envió, pero Filogonio se negaba, pues él quería empezar de cero.

—Yo nomás vine por el curso— le dijo.

—A rajarse a su pueblo—respondió el profesor.

Y fue así como lo animó.

Y Filogonio se adentró en Historia del Arte y otras materias, ya en la Facultad, y no le quedó de otra que esforzarse y descubrir otros mundos, en un ambiente un tanto hostil, por el contexto que lo rodeaba.

—¿Qué sentiste?— se le pregunta ahora, años después, siendo un pintor en forma, fogueado, innovador de técnicas.

—Es cuando empieza el relajo de mi chamba —recuerda—, porque descubres cosas por la literatura que te ponen a leer. Había compañeros que usaban términos que yo no entendía, pues tú vienes de una comunidad.

Humberto Ríos. Pintaba con sangre de res 4 5
Humberto Ríos. Pintaba con sangre de res 4 5

Y fue como descubrimos una cantera de pinturas en esta vecindad de la alcaldía Álvaro Obregón, cuyas paredes de adobe están coloreadas, como si se tratara de un lugar clandestino donde florece el arte; la sorpresa es que se trata del hábitat de un artista —aquí vive con sus hijos y su esposa Cristal, amable y eficaz colaboradora—, que impartió cursos infantiles poco antes de que brotara la pandemia y entonces tuvo que suspenderlos.

Humberto Ríos. Pintaba con sangre de res 7
Humberto Ríos. Pintaba con sangre de res 7

Al fondo vive el pintor e ilustrador Filogonio Naxín, originario de la sierra mazateca, donde hizo sus primeros trazos; emigró a Tehuacán, Puebla; pero sus aspiraciones lo trajeron a la capital del país, donde fue vigilante y albañil, entre otros oficios, y retornó a Oaxaca.

Filogonio bebe mezcal de un pequeño vaso de cobre, hace un gesto de satisfacción, cierra los ojos, saborea y sonríe.

Está en medio de cuadros apilados en el piso y sobre mesas. Su estudio está arriba, en un pequeño tapanco. “Hoy vamos a hablar del arte y de la cosmogonía mazateca”, dice.

—¿Cómo empiezas?

—Siempre empecé haciendo estos trazos porque primero, cuando iba en la primaria, a una edad de los seis, siete años, yo no entendía el español. Y como no lo entendía, al estar detrás de la butaca empecé a rayar mi libreta, mi libro, y se fueron formando líneas, formas, dibujos y todo eso.

Humberto Ríos. Pintaba con sangre de res 6
Humberto Ríos. Pintaba con sangre de res 6

—¿Y de ahí?

—Pues fue ese aprendizaje de… las rayas formaron figuras, líneas, y al final es cuando empiezo a entender el español, como a los 11,12 años, y así fui pasando la primaria y luego la secundaria; pero, bueno, en la secundaria ya dibujaba un poquito mejor.

Desde un principio el dibujo fue una forma de resistencia, de refugio, de modo que al mismo tiempo alimentaba su creatividad.

“Todo fue como muy natural: convivir en el campo, en la montaña; los primeros colores también fueron parte de la naturaleza, porque recolectaba flores y plantas; entonces es como descubro los colores, las manchas de la naturaleza, del campo”, rememora el artista plástico.

Humberto Ríos. Pintaba con sangre de res 8
Humberto Ríos. Pintaba con sangre de res 8

—Era una forma de comunicación.

—Más bien yo siento que es refugio, porque me escondí para no sentir este concepto de la discriminación, del bullying entre los compañeros porque no hablaba bien, no pronunciaba algunas palabras en español; entonces yo prefería dibujar y esconderme en el dibujo.

—Y ya en la secundaria…

—Sí, empiezo a conseguir material, ya más profesional, pinceles, óleos, y por primera vez pinto óleos, y ya en ese momento ya pintaba paisajes, bodegones, retratos de mi cultura. Era más como naturaleza muerta.

Después de la prepa trabajó, además, como mesero, taquero y ayudante de albañil, para poder pagar la renta y comprar material.

—Comentabas de tu chamba en Polanco.

—Sí, en Polanco, cuando trabajaba como vigilante, me gustó porque había un centro comercial y un espacio donde exhibían piezas y todo el tiempo me decía: “Pues cómo lo harán, yo quiero hacer algo así”.

La gente se sorprendía porque dibujaba en su libreta. Una persona le regaló el ejemplar de un libro, Crimen y castigo, y fue cuando le surgió la necesidad de ir más allá.

—Y te hicieron otro comentario.

—Sí, me dijeron: “Poli, y también lee”. “Pues también estoy intentando”, les dije.

—¿Y después?

—Es cuando también llegan esos cuestionamientos del ser humano, de la necesidad de ir más allá. Empecé a chatear con un amigo y me dijo que estaba estudiando; otro amigo me dijo que estaba en una casa de cultura y me animó. Después de Iztapalapa me fui con un tío al Desierto de los Leones, donde también pintaba.

—Dices que también pintabas cuando eras tablajero

—Sí, era mi entorno, más que nada.

—Y aprovechabas.

—Sí, y la otra parte fue que dentro de la carnicería veía tantos cartones que se tiraban, entonces para mí se me hizo muy bonito pintar con la sangre de la res, y eso como que siempre generaba una explosión de formas…

Es el artista Filogonio Naxín, cuyo inicio en la pintura —no deja de repetir— fue un signo de resistencia, para después apropiarse de su entorno y divulgar, ahora desde su estudio, en una vecindad de la alcaldía Álvaro Obregón, donde germina una obra que abarca más de 50 exposiciones, algunas más allá de nuestras fronteras, incluidas universidades; además, acaba de presentar la serie Nahuales sagrados, compuesta por 22 obras hechas en técnicas ancestrales de tintes naturales que tiene por motivos las colecciones etnográficas que ya son parte del acervo del Museo Nacional de Antropología y que fueron pintadas en los corredores de este recinto.

Humberto Ríos. Pintaba con sangre de res 1
Humberto Ríos. Pintaba con sangre de res 1


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Humberto Ríos Navarrete
  • Humberto Ríos Navarrete
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