Cultura

Cazadores de virus en acción

Las muertes y contagios por la pandemia han disminuido, dicen Los cazavirus de Xochimilco, pero sus brigadas no dejan de ir a donde sea necesario, con lo que anteponen la previsión a los lamentos; incluso han fumigado en velorios, donde el origen de la agonía fue ese origen.

Por eso recorren espacios públicos, como escuelas, mercados, iglesias, sitios de taxis y paraderos, entre otros, para combatir a ese invisible enemigo público que produce el covid-19. Lo hacen desde hace dos años, aunque en un principio hubo suspicacia entre vecinos.

 

Es verdad que la desconfianza ha sido mínima, como lo detectaron en un pueblo de esa demarcación, pues intentaron agredirlos, pero pronto los habitantes supieron que la fumigación era apropiada y a partir de entonces los brigadistas recurren a lugares donde los necesitan.

Los tres grupos de sanitización están distribuidos en igual número de turnos,  dice Patricia Hernández González, quien ha participado en la fumigación de domicilios desde que arreció la enfermedad.    


 

“Entrábamos a cuartos  del fallecido —recuerda— y sanitizábamos lo que es la ropa, la cama, los espacios donde había estado”.   

 —¿Y qué sentías? 

—Mucha tristeza, mucha tristeza —repite la brigadista, enfundada en su traje especial, que parece espacial—, porque vemos a las familias totalmente destrozadas, pero con la convicción de que nuestro trabajo los va a ayudar.


 

Felipe de Jesús Cadena Arellano es otro empleado que también ha permanecido al pie del cañón, como dice, desde que inició la pandemia, como otros compañeros, y ha sido testigo del pesar que causan los caídos; lo ha visto en panteones, donde también fumigan, y en otros lugares.

También ha visto la forma en que se eleva el espeso humo mientras incineran cuerpos; sin dejar de ver, en primer plano, montones de féretros en el panteón y crematorio de Xilotepec, mientras escucha una voz que advierte que eso les espera a incrédulos e insensibles.


Al principio de la pandemia, comenta Cadena,  estaba en otra oficina de la alcaldía y después quedó como encargado de la brigada de sanitización, donde “todo el día y todos los días tenemos trabajo sin parar”.

Ha presenciado la consternación de familiares mientras sanitiza la habitación o una sala donde velan un cuerpo. O cuando alguien recibe la vasija con los restos después de la cremación de un pariente.


 

De pronto parece invadido por una mezcla de sentimientos; por un lado, acepta, sufre cuando ve familiares de un enfermo o de un fallecido; por el otro, añade, la molestia que provocan aquellos que no respetan los protocolos, como colocarse bien la mascarilla o personas que las menosprecian. 

***

Patricia Hernández y sus compañeros preparan sus dispositivos para entrar en acción. Ningún rincón escapa a estas brigadas cuando se trata de desinfectar escuelas, oficinas  públicas, iglesias, panteones y domicilios de personas contagiadas por el virus.


 

Abastecen sus recipientes y comienzan a rociar en los alrededores del mercado público y sitios de bicitaxis que son envueltos por nubes formadas por aspersores que salpican; y de ahí habrá que ingresar a una de las iglesias en el centro de Xochimilco.

Frente al sagrario principal entra un manojo de rayos formados por un sol radiante que traspasan la cúpula, de modo que forma un efecto especial con el líquido que disparan los tres fumigadores equipados y embutidos en overoles especiales y con amplias mascarillas.

Recorren el templo, empezando por el altar mayor, enseguida las hileras de asientos, los muros con imágenes religiosas, oficinas de sacerdotes que han dejado sus atavíos colgados en una sala especial, quizás de descanso, y más recovecos; después, habrá que salir y enfilar hacia una escuela.


Tampoco en los centros escolares dejan rincones sin fumigar, empezando por los pasillos, las canchas, los salones y pupitres, jardineras, oficinas y baños. Una vez más llenan sus tanques y vuelven a la carga.    

—¿De qué está constituido este líquido?

—Son sales marinas —responde Patricia—, no afectan nuestra salud; nosotros tenemos contacto directo con el líquido.

—Y qué tan efectivo es.

—Pues para nosotros, mucho, porque hemos tenido resultados debido a que ahorita han disminuido los contagios.


 

—¿Y la gente no desconfía?

—Al principio sí desconfiaban, incluso tuvimos un pequeño altercado, pues nos empezaron a lanzar piedras; pero la gente se ha dado cuenta que nuestro trabajo es ayudarlos; entonces, por consiguiente, ahora nos llaman para pedir sanitizaciones.

—Y en dónde pasó ese incidente.

—En un pueblo, San Francisco; pero de ver tantos contagios, ahora nos solicitan, porque les hemos demostrado que el sanitizante no afecta; por ejemplo, les digo, yo soy mujer, soy ama de casa, tengo hijos… 

—¿Ha disminuido?    

 —Sí, los casos de personas fallecidas. En agosto y septiembre de 2020 encontrábamos más casos.


 De la misma brigada anda Álvaro Castro Toledo, encargado de sanitización, quien informa que las tres cuadrillas cubren horarios desde la madrugada a la medianoche. 

—Ustedes son Los cazavirus…  

—Exactamente. Estamos encargados de la sanitización y tratamos de combatir este virus que es bastante fuerte, en compañía de todos y el jefe Álvaro Castro, que nos brinda el apoyo.

—¿Qué significa esta labor?

—Es un orgullo poder ayudar a la gente en esta lucha contra el virus, que es bastante fuerte. El trabajo es arduo y complicado, pero siempre estamos al pie del cañón cuando nos soliciten.

           

**** 

Jesús Cadena Arellano, primer contacto para realizar este trabajo, forma parte de un amplio equipo. En tres años ha experimentado diversas emociones. Se le pregunta su sentir hacia la muerte y el luto sobre estos meses de embate. 

“Cuando entro a donde está el cuerpo en el féretro o el enfermo en la cama —narra Cadena Arellano— o cuando ya está en la urna de cremación, es un sentimiento de tristeza y coraje por ver a las familias del difunto; ver cómo se desploman al saber que se los llevó este virus”.  

 

—¿Y cuando están enfermos?

—Cuando están en vida, pero enfermos, me comentan que esperan el último momento para que parta a mejor vida; es una desesperación ver a las personas que ya no pueden hacer nada por su familiar. 

El hombre,  de 47 años, sugiere seguir los protocolos, como llevar consigo gel bactericida y caretas. “Si cubriéramos este protocolo habría menos enfermos y muertos por este virus”, comenta Cadena, y achaca a la “ignorancia de que la gente se siga contagiando”. 

—Y a seguirle dando… 

—Sí, nosotros seguiremos trabajando para minimizar estos contagios— dice quien menciona un montón de nombres, empezando por su jefe unidad, Álvaro Castro Arias, “que nos da el R-1 para llevar a cabo estas visitas”.

 

Y menciona a sus demás compañeros: Felipe de Jesús, Álvaro, Germán, Diego, Gregorio, Mario, Daniela, Juan, Tomás, Alfredo, Patricia, Abraham, Esteban y Gama Hernández.  

Él quisiera hablar de todo y cada uno de los integrantes del equipo, pero, se pregunta, “haría falta una plana, ¿verdad?”

Y sonríe. 

 

“Queremos que nuestras familias, nuestros hijos, se sientan orgullosos de sus padres y que digan a los cuatro vientos que estamos haciendo algo bueno para la sociedad”,  dice este héroe anónimo.

Fue en el año 2020 cuando había más casos de contagios; ahora, aunque han disminuido, ellos  siguen a la caza del virus y van al lugar donde los requieran. Por eso tienen un lema: “Ustedes llamen… y nosotros vamos”.

 

—¿A la caza del virus?

—Claro que sí, somos los caza virus.

Es la respuesta de un sonriente Álvaro Castro.









Humberto Ríos Navarrete 

Google news logo
Síguenos en
Humberto Ríos Navarrete
  • Humberto Ríos Navarrete
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.