El cuento “Simbad el Marino” forma parte del libro “Las mil y una noches”, de autor anónimo, recopilado en 1704 por el francés Antoine Galland. Se cree que los relatos podrían remontarse a unos cinco mil años de antigüedad, aunque también los sitúan en el año 622 de nuestra era, “año de la Hégira, migración de Mahoma.” Lo cierto es que una vez publicado, sin importar la época o latitud, todos nos enamoramos de su contenido.
Antes de analizar Simbad, es vital explicar por qué nace “Las mil y una noches”. Al rey Schahriar, su hermano Schahzaman le dice que su esposa lo engaña. Schahriar lo ve y la decapita con su amante. Desde ese día se vuelve desconfiado y ordena a su visir que cada noche le traiga una doncella para desposarla y las hacía matar una vez pasada la noche, “estaba convencido de que no existía en el mundo mujer alguna digna de confianza.”
El pueblo vive angustiado. Todas las jóvenes huyen del reino. El visir sabía que lo matarían y se aflige. Scherezada, su hija, se propone. Arma una estratagema con Doniziada, su hermana: “Cuando esté con el rey, te mandaré llamar y me dirás: -¡Oh hermana! Cuéntanos una de esas increíbles historias para pasar una noche agradable. Si el rey accede, viviré una noche más”. El ardid consistía en no dar el final de la narración sino hasta la noche siguiente e iniciar otro relato, así transcurren mil noches, tras las cuales ella es indultada por el rey, le da dos hijos y viven felices.
El género es el cuento fantástico: “Relato breve, oral o escrito, donde los personajes participan en fenómenos sobrenaturales en mundos irreales. Lo imprevisto da tensión y ritmo. Tiene un principio, un conflicto y un desenlace.”
Así inicia Simbad el Marino: “Cuentan que en los tiempos del califa Harún Al-Raschid en la ciudad de Bagdad, había un hombre muy pobre que cargaba bultos, se llamaba Simbad”. Un día, para descansar, se detiene en el quicio de una casa lujosa. Se lamenta de su pobreza y lo escucha el dueño, también de nombre Simbad, solo que él es “el marino”.
Lo invita a pasar a la casa llena de amigos. Lo colma de manjares y dinero, se los dará a diario con la única condición que vuelva para oír con los presentes sus hazañas: “Has de saber ¡Simbad, el cargador! Que hice siete viajes asombrosos que te dejarán estupefacto.”
Simbad el marino nació rico. Ya joven se gasta su herencia y luego se da cuenta del error, toma lo poco que le queda, compra mercancías y se sube a un navío, en el que recorre mares e islas desconocidas. Aquí es donde aparece la Oceanografía para decirnos que, hoy en día, no hay ninguna parte de la Tierra que no se haya investigado: Es la ciencia que estudia los mares y los océanos y todo lo relacionado con ellos, procesos físicos, geológicos, mareas, sedimentación. Pero es importante saber la diferencia entre mar y océano: “La primera es el tamaño. Los mares son cuerpos contiguos a los océanos. Los mares están parcialmente encerrados por tierra y la gente vive más cerca del mar que del océano. La Tierra tiene cinco océanos y 60 mares.”
En los siete viajes de Simbad la fatalidad continuamente lo acompaña: los barcos se pierden, los avasallan tormentas, les acometen aves gigantes o una ballena colosal en cuyo lomo nacen palmeras. Él, aunque herido, siempre se salva solo o con muy pocos, para caer de inmediato en otro infortunio. Le atacan serpientes enormes, un gigante monstruoso y caníbales; convive con hombres a los que les nacen alas y vuelan por los cielos; es enterrado vivo. Mas su ingenio y el destino, con la ayuda de Alá, siempre lo salva y regresa a Bagdad más rico que al partir, lleno de oro, diamantes y mercaderías.
Para concluir volvamos a la historia de Scherezada, que termina con un final feliz, como Simbad, por su astucia. Sin embargo, no podemos pasar por alto el enorme machismo de aquella época correspondiente al relato, que plantea la desconfianza a las mujeres como probables infieles con las que hay que acabar. Por fortuna, aquí la mujer gana.
Hugo G. Freire