El aumento de la incertidumbre parece una característica de estos años. A la guerra entre Rusia y Ucrania, a la guerra comercial desatada por los aranceles, ahora le sumamos el conflicto bélico entre Israel e Irán al que se sumó recientemente Estados Unidos. El mundo vive momentos de tensión por las guerras y los bombardeos, y esto tiene un impacto directo en el contexto económico internacional. A los encarecimientos de los costos de los alimentos, el gas y cientos de productos afectados por los conflictos, ahora es el petróleo el que está en entredicho.
Para los países latinoamericanos el escenario se ha vuelto muy complicado. De acuerdo a las proyecciones del Banco Mundial, América Latina tendrá un crecimiento de 2.1 por ciento en 2025, lo cual convierte a la región en la de menor dinamismo a nivel mundial. En este conjunto, países como Venezuela y México resultan los más afectados. En el caso mexicano, las perspectivas apuntan a un repunte mínimo o incluso una recesión debido, fundamentalmente, a que su dependencia de la economía estadounidense es muy alta y por ello el impacto sobre sus exportaciones es fuerte.
La incertidumbre debida a los conflictos geopolíticos, las guerras, las tensiones comerciales y las medidas intempestivas ha erosionado la confianza para las inversiones, para el comercio y, en general, para los proyectos y emprendimientos. Y esto se nota en proyecciones de crecimiento moderado, en la generación limitada de empleos, en los precios que se mantienen elevados y en un estancamiento de los resultados frente a la pobreza y la desigualdad. Cada vez que las economías no crecen o crecen poco, en América Latina sabemos que esto significa más precariedad para millones de personas.
Cuando veo el panorama internacional incierto, el escenario inestable y las condiciones externas poco favorables, la pregunta que me surge es qué dejamos de hacer o qué olvidamos en el camino que explica el porqué nuestras economías son frágiles y dependientes. Y además de la educación en general, uno de los olvidos latinoamericanos está en la ciencia y la tecnología: la región invierten apenas 0.56 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) en investigación y desarrollo, de acuerdo al informe El estado de la ciencia 2024, realizado por la Organización de Estados Iberoamericanos (OEI) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco). Estamos muy lejos de países como Corea del Sur, que destina más del 4 por ciento de PIB a la investigación.
Con la actual situación educativa y de escasa inversión en ciencia, los países latinoamericanos tienen muchas limitaciones para la innovación, para mejorar la productividad y la competitividad, para reinventarse y ajustarse a los cambios económicos y tecnológicos.
No podemos controlar la incertidumbre internacional pero sí la inversión y la apuesta por el conocimiento, por la investigación y el desarrollo. La urgencia latinoamericana pasa por invertir más y mejor en lo que construye futuro.