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El malestar de la desigualdad

La economía más sólida y estable de América Latina mostró sus grietas más profundas. Chile, el modelo para muchos, el país que logró reducir la pobreza desde el 40 por ciento hasta el 10 por ciento en los últimos 30 años, pasa por un profundo malestar debido a la enorme desigualdad económica y social que padece la población. Así como se logró crecer en forma constante en tres décadas, así también se fue ensanchando la brecha entre los de mayores ingresos y los menos favorecidos. Hoy, el uno por ciento de la población más rica acumula el 25 por ciento de la riqueza generada en el país. La reducción de la pobreza benefició a la clase media pero no pudo evitar que se disparen los extremos: los ricos concentraron mayor riqueza y los pobres quedaron más pobres.

El malestar por la desigualdad va mucho más allá de la cuestión de ingresos: estar en los segmentos menos favorecidos significa no tener el mismo acceso a la salud, a la educación de calidad, a las oportunidades y los mejores empleos y, sobre todo, significa vivir en la precariedad a merced de cualquier imprevisto. El enojo, el descontento y la protesta de los chilenos son un mensaje enorme para los demás países latinoamericanos, que en su conjunto forman el subcontinente más desigual del mundo. Si Chile y Uruguay, los más exitosos en la disminución de la pobreza, tienen problemas con la desigualdad, imaginen la situación de los demás países que mantienen a la mitad de su gente en condiciones de pobreza y precariedad.

Los rostros de la desigualdad son muchos y hasta ahora estamos lejos de minimizarlos. Desiguales en ingresos, en riqueza, por regiones y comunidades, por género y por color de piel, por nacer en el campo o por muchos motivos que derivan en que vivamos en sociedades en las cuales un pequeño grupo concentra la mayor parte de la riqueza, en tanto el resto sobrevive como puede. En México, el uno por ciento de los más ricos recibe el 21 por ciento de los ingresos de todo el país, de acuerdo a los datos de la organización Oxfam Internacional. A esto hay que sumarle que 53 millones de personas viven en la pobreza, de las cuales 9.4 millones se encuentran en pobreza extrema.

No sólo nos enfrentamos a una mala distribución de la riqueza sino a un sistema de privilegios y exclusiones que limita a la gente en su desarrollo. Sólo el cuatro por ciento de los mexicanos que nacen en la pobreza tiene una posibilidad real de subir a los segmentes de mayores ingresos. Esto significa que la movilidad social, la oportunidad para mejorar ingresos viniendo desde abajo, es demasiado limitada, lo que equivale a decir que quien nace pobre, probablemente siga pobre toda su vida.

El malestar chileno es un toque de alerta para todas las economías latinoamericanas que siguen propiciando la desigualdad, descuidando la inversión social, relegando la salud y la educación, al mismo tiempo que mantienen elevados niveles de pobreza y corrupción. La pregunta es si ahora sí vamos a combatir la desigualdad o si esperaremos el siguiente estallido.


@hfarinaojeda

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Héctor Farina Ojeda
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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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