El viernes 10 de abril se llevó a cabo un simposio en línea con profesores de la Goldman School of Public Policy de la Universidad de California en Berkeley sobre las implicaciones económicas de la pandemia provocada por el Covid-19. Algunos de los conceptos e ideas expresadas tienen relevancia inmediata para México y para informar la política pública que nuestro país debería de seguir para hacer frente a la crisis económica. Voy a centrar mi análisis en dos ideas centrales. La primera es que esta crisis no es similar a otras crisis, incluyendo la Gran Depresión de los años treinta y la gran recesión del decenio pasado. La segunda es que los gobiernos tienen herramientas, incluso un gobierno de un país como México, para palear los efectos de la crisis y de tal forma reducir su profundidad y duración.
La recesión económica que vive el mundo actualmente es una crisis provocada por la reacción de los Estados a la pandemia. Al ordenarse la clausura de negocios, la prohibición de viajar y exigirse que las personas se queden en sus casas, se producen dos choques simultáneos: un choque de oferta puesto que se reduce la producción de bienes y servicios, y un choque de demanda, pues se reduce el consumo de muchos bienes y servicios. Esto es muy distinto a lo que ha sucedido en ciclos económicos anteriores. Se parece mucho más a una situación de guerra general, como durante la Segunda Guerra Mundial.
Las implicaciones son varias. Como las empresas dejan de producir, ya no pueden comprar suministros ni pagar sueldos. Además, como sus consumidores están en casa, sólo consumen una proporción muy pequeña de lo que ordinariamente comprarían, eso deprime las ventas aún de las empresas que pueden seguir produciendo. La reducción de insumos y sueldos provoca una cadena de efectos en toda la economía: la empresa aérea despide a sus empleados, éstos dejan de ir a su restaurante favorito y no pueden pagar su renta, el restaurante tiene que despedir a sus empleados o recortar sus horas, el casero ya no puede pagarle al banco la hipoteca y así subsecuentemente. Si no se detiene el circulo vicioso, la economía entera se congela y se podría generar una profunda y duradera depresión.
Sin embargo, hay soluciones. Como se trata de una crisis artificial, generada por políticas públicas dirigidas a proteger la salud, es, en principio, un choque temporal. El Estado puede entonces tomar medidas contundentes para sustituirse a la demanda y la oferta que han sido suspendidas. Hay varias formas en que esto se está haciendo en el mundo. Jesse Rothstein, quien fuera miembro del consejo de asesores económicos de Obama, señaló que no se trata de medidas de “estímulo”. De nada sirve reducir tasas de interés o inyectar más dinero a la economía, como se hizo en el 2009, pues no hay demanda que estimular. De lo que se trata es de remplazar la demanda perdida mediante subsidios directos a las unidades económicas del país.
¿Cuáles son esas unidades económicas y cómo se deben apoyar? Por una parte, están los hogares que necesitan seguir recibiendo sus sueldos y otras fuentes de ingresos, incluyendo rentas. A esas unidades se les puede apoyar mediante transferencias directas aprovechando el sistema impositivo. En los Estados Unidos y en Canadá los hogares recibirán un monto per cápita que será depositado directamente en sus cuentas de cheques. Las personas que perdieron su trabajo tendrán que ser apoyadas por pagos del seguro de desempleo más elevados que lo normal, para que no caigan en un espiral de empobrecimiento que prolongue la crisis una vez terminada la emergencia sanitaria. De particular preocupación es el impacto en comunidades marginadas. Ellora Derenoncourt resaltó los efectos en las comunidades afro-americanas y latinas y otras personas que viven en pobreza y que son mucho más vulnerables a choques económicos. Sólo transferencias directas pueden ayudar a estas personas.
Las empresas también necesitan recibir apoyo. Este se puede dar de distintas formas. Gabriel Zucman, parte del dúo de economistas que han propuesto el ingreso base garantizado, señaló cómo en varios países europeos incluyendo al Reino Unido, Noruega y Francia, el gobierno se erige en pagador de última instancia de las nóminas de las empresas para evitar los despidos o recortes de sueldos. En los Estados Unidos se está intentando desplegar un programa de créditos blandos y garantías para diversas categorías de empresas, desde las micro y medianas hasta las grandes empresas.
El gran problema que enfrentan todas las economías, como lo señaló Henry Brady, decano de la Goldman School, es que esta crisis ha descompuesto el rompecabezas de las complejas relaciones entre clientes y proveedores, empleados y empleadores que forman la base de una economía moderna, y que entre más tiempo dure, más difícil será volverlo a armar.
El objetivo de política pública en materia económica debe ser que el Estado entre al quite para dirigir recursos a las unidades económicas clave de tal forma que no se deshagan estas relaciones, sino que se mantengan en una especie de estado suspensivo. Pero para lograrlo, dice Brady, tenemos que tener un gobierno operante, efectivo y eficiente, por lo que hoy más que nunca es necesario mantener la capacidad operativa del Estado, cosa que aún en Estados Unidos se ha venido poniendo en riesgo con recortes fruto de la ideología anti-estado. Los países con régimen federal, cómo EUA, Canadá y México, deben apoyar también a sus estados, que son los que están más cerca de la población y de las unidades económicas y que van a tener que seguir prestando servicios, al tiempo que sus ingresos se verán severamente mermados.
En EUA ya se han aprobado paquetes por más de 2 millones de millones de dólares, y según los especialistas, se necesita más. ¿No es acaso prohibitiva una intervención tan grande? Jesse Rothstein, considera que endeudarse ahora para evitar un deterioro potencial de 30% del PIB, financiándolo con préstamos a bajas tasas de interés que se pagaran a 30 años, es una buena decisión económica. Los argumentos de mantener la disciplina fiscal simplemente no aplican en esta situación. Zucman señaló que más que fijarse en la deuda como proporción del PIB para valorar si el estado tiene capacidad para endeudarse para mitigar los efectos de la pandemia, debe de considerarse el costo financiero de la deuda como porcentaje del ingreso nacional. En México esa cifra está cerca del 5% para toda la deuda pública, y sólo 2.57% para la deuda externa, un nivel que da amplio margen de maniobra, máxime si se obtienen los recursos a bajas tasas.
Se trata, me parece de una serie de observaciones de fundamental importancia y que deberían de estar en el centro del debate en México. Primero, que lo que tiene que hacer el estado es, lo más posible, dirigir sus recursos a mantener vigentes las relaciones económicas de y entre empresas e individuos para que en cuanto se levante la crisis de salud, la economía pueda reiniciar, con los menores costos de transacción posibles. Si se desmantela la economía hoy, tardará mucho más en volver a arrancar. Segundo, que el Estado tiene los mecanismos para hacerlo. Estamos en un momento de tasas de interés históricamente bajas y tiene mucho sentido pedir prestado hoy para apoyar a las unidades económicas y esparcir el costo entre todos en el tiempo.
Si México quiere evitar una crisis económica de gran calado y amplia duración, la política económica tiene que repensarse. El Estado debe endeudarse para apoyar los ingresos, no sólo de los pobres, sino también de todas las unidades económicas que lo necesiten y debe mantener el gasto de gobierno en los tres niveles necesario para implementar adecuadamente las políticas de salud y de apoyo a la economía.
*Profesor de asignatura de la Goldman School of Public Policy, Universidad de California Berkeley y consultor internacional en políticas públicas.