Ni diputados federales, sean del partido que sean, ni los senadores y menos por no ser del sur, ni el súper delegado reynosense o cualquier otro funcionario federal de buen nivel jerárquico han podido quitarnos lo salado a las comunidades y sus habitantes del otrora sólido sur de Tamaulipas. Esta región conurbada que representa en su conjunto la joya de la corona para políticos a la hora de las elecciones por el número de votantes y por contribuir en un gran porcentaje a las divisas de las arcas nacionales y la generación de empleos que traen el turismo, los puertos, la petroquímica, la pesca, la agricultura y la ganadería, y no se diga la educación superior y la medicina de primer nivel.
La mano de obra de miles de los habitantes del sur es de las buenas, de las mejores, de las que sí le saben a lo difícil, de la que los gringos y los canadienses se quieren llevar a sus tierras, a sus fábricas, a sus campos, a la exploración y refinación del petróleo y el gas, a sus maquilas; esa mano de obra que lo mismo anda en los países de los Emiratos Árabes que en regiones de Europa y de Norteamérica, y también en Sudamérica; pero en su mayoría están aquí, en su tierra en donde soplan los vientos del sur, en donde huele a brisa marinera, a industria, a trabajo del decente y debería oler también a bonanza.
Bien ha hecho el gobernador en estar demandando periódica e insistentemente en que la Federación debe urgentemente devolver lo justo a Tamaulipas, por ser la segunda entidad que más recursos fiscales aporta al país y porque de cada peso aportado solo se regresan 14 centavos, cifra en verdad ridícula comparada con estados que aportan nada y reciben mucho. Ya de perdida el gobierno federal debería taparle un poquito el ojo al macho y rehacer el puente roto de Altamira, acondicionar hospitales como el Issste o el IMSS y dotarlos de equipos e insumos profesionales, arreglar urgentemente el cordón litoral que pronostica desgracias o de perdis apoyar a los afectados por los escasez de empleo agravada por la pandemia; pero no regalando dinero, sino generando mano de obra para que ya no nos la pirateen.
También podrían ocuparnos hablar del norte de Veracruz, pero allá las cosas están peor, porque pese a que su gobernador es del partido en el poder tal pareciera que estas tierras son muy lejanas para él o sus colaboradores, ahí sí están amolados, no los miran ni la Federación ni sus propios gobernantes de Xalapa y tienen que conformarse con las miguitas que les tiran con una esporádica visita.
Ojalá que alguien, allá en donde se maneja el poder y el dinero, volteara a estos lares y nos pelara. _
