Política

Una de radio

Esta semana murió Rogerio Azcárraga. Primo de El Tigre, Azcárraga Madero también demostró las garras durante el tiempo que dominó el cuadrante y el negocio del disco en un México donde la innovación mediática es complicada.

Los Azcárraga Vidaurreta tuvieron don miembros notables para los negocios. Uno vendía radios y el otro Grafonolas. Obvio, ambos pensaron adelantados a su tiempo y decidieron crear contenidos para nutrir sus ventas. Así, Emilio se dedicó a la radio y Rogerio a la música. Sus hijos crecieron los imperios, siempre ligados uno al otro. Cuando El Tigre Azcárraga Milmo tomó las riendas de Telesistema Mexicano, Rogerio Azcárraga Madero no solo había revolucionado el negocio discográfico con Orfeón y su apuesta juvenil, sino que había consolidado un grupo de radiodifusión poderoso con siete estaciones enfiladas más a lo musical que lo hablado con formatos que saltaron de lo tropical hasta el jazz.

Durante los setenta, Rogerio Azcárraga tuvo que recortar su presencia en el cuadrante a partir de los embates de un Luis Echeverría que quería, a como diera lugar, controlar el discurso mediático. Televisa fue consecuencia de ello, como la partida de tres estaciones del consorcio que, ya entonces, se conocía como Fórmula.

No obstante, aun conservaba aquellas donde podía sonar su estrella Lupita D’Alessio, quien a principios de los ochenta se transformó de una baladista ortodoxa a una fuerza imparable de lo que entonces se entendía como feminismo mediático.

Don Rogerio intentaba descifrar el código radiofónico que a mediados de esa década comenzó a transformarse. Convenció a Sergio Rod y a Gustavo Calderón de migrar de Radio Mil a sus estaciones. De la misma forma, contrató a Pedro Ferriz de Con quien se encontraba en reconstrucción de su carrera.

El temblor se le atravesó.

La tragedia del colapso de Chapultepec y Niños Héroes en el aspecto televisivo lo vivió Rogerio Azcárraga en la Avenida Río de la Loza. Ahí quedaron sus instalaciones y varios trabajadores, entre ellos Rod y Calderón.

Se sobrepuso. Decidió cambiar el formato de la estación piloto, la 970, para competir con el furor hablado de finales de los 80. Contrató a locutores expulsados de la W y creó un melé de comentarios. Contrató a Alfredo Palacios y le dio la oportunidad a Maxine Woodside de conceptualizar el primer programa de chismes exitoso en el cuadrante.

Tiempo después, experimentó con López Dóriga en un matutino. El fracaso hizo reprogramarlo al mediodía, donde se convirtió en el espacio más influyente por lustros.

Así, de 40 personalidades pasó a un ciento. A Rogerio Azcárraga no le importaba que sus estaciones no tuvieran la excelencia de producción y sonido que tenían otros grupos: con el poder bastaba.

Las estaciones musicales desaparecieron de su idea durante años, pero mantuvo el perfil popular gracias a programas rescatados de esos formatos. Tal vez había a quien no le interesaban las noticias de José Cárdenas, pero reía con el Panda Zambrano.

Incursionó en la televisión y el streaming digital lo hizo regresar a estaciones míticas y experimentar -aun sin éxito- en formatos juveniles.

Aun en estos días de embate presidencial, Radio Fórmula ha soportado los golpes y, de hecho, es de los pocos grupos que reciben publicidad gubernamental. Los riesgos son otros: la audiencia envejece y algunas figuras no han dado el salto a lo nuevo o murieron.

Sin embargo, la escuela prevalece. Hay quienes desean ser como Fórmula y encontrar el código que Rogerio Azcárraga descifró hace décadas.

Está difícil: adelantado a su tiempo, comprendió que el poder se consigue en las masas, no en el círculo rojo.

Enunciado fácil de leer, pero no de ejecutar.


Gonzalo Oliveros

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