Política

Demoledor

Parecía que todo estaba escrito. Luego de la tranza entre Alejandro Moreno y la Cuarta Transformación por la que el Senado aprobó la estadía del Ejército en las calles hasta 2028, la discusión y aprobación de la ley en diputados era mero trámite, más cuando ya había pasado por ahí sin aspaviento alguno.

No obstante, la visita del secretario de Gobernación, Adán Augusto López, tendría una sorpresa mayor. En uno de los salones, el López de confianza de López deslizó una posibilidad: la resurrección de la reforma a la ley eléctrica y, de paso, el tránsito a la reforma electoral que minimizaría al INE. Todo, de la mano del PRI.

Con velocidad, los priistas negaron esa negociación, pero a últimas fechas la palabra de los militantes del Revolucionario Institucional está más devaluada que de costumbre, por lo que pocos creyeron que no transitaría las peticiones del hombre de Bucareli con las huestes de Alito.

Eso terminaría con el verdadero interés de López Obrador durante el primer sexenio del obradorato: exterminar con las instituciones donde no tuviera el ejecutivo un control total. Cierto, aún quedarían algunas de menor rango como el IFT o el INAI, pero esas también pueden recibir una tasa del chocolate de la casa.

Al final, el presidente tendría un régimen menos democrático y más cercano al autoritarismo tan familiar para los mexicanos que, aún hoy, no se acostumbran a una democracia sin caudillos y con rendición de cuentas.

López Obrador no solo lee de forma adecuada la empatía que necesita el votante y que, bien guiará, es el teflón político que lo sostiene. Sin logros reales que presumir pero con y a propaganda efectiva, el Ejecutivo navega entre escándalos pero sin una real rendición de cuentas.

Pero ¿cómo pedir eso cuando el régimen está blindado contra ello? La 4T cuenta con expedientes y estos para poder juzgar y encarcelar a los que, hoy, son sus aliados. El miércoles, al término de la reunión con los diputados guindas, una reportera le disparó la siguiente pregunta a Adán Augusto López: ¿los priistas quieren colaborar o tienen miedo?

El secretario esquivó el misil, pero no pudo ni puede defender el honor de sus nuevos aliados.

Entre las instituciones derruidas por el obradorato se encuentra, sin duda, el PRI. El partido vive sus últimos tiempos, por lo que las acciones políticas actuales no son en búsqueda de la supervivencia ideológica de la organización, sino el escape judicial de sus dirigentes.

¿Qué vale hoy del PRI? Sin duda, los votos en ambas cámaras, pero también sus miembros “destacados” que no han sido tocados por las presiones del régimen y, claro, su aparato electoral.

En Jalisco, pareciera que Enrique Alfaro leyó bien el paisaje político y, mientras el pleito con el Grupo Universidad -o de control político de la UdeG- continúa, la reunión con Arturo Zamora, uno de las primeras víctimas del Fake News- es una muestra de cómo el desmantelamiento priísta promovido por el Centro encuentra nuevos aliados en busca de la supervivencia o el triunfo en 2024.

Gonzalo Oliveros


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