Yo viví en la colonia Condesa antes de su gentrificación. Bueno, antes de su transformación en lo que es hoy en día con sus virtudes y defectos.
Viví en la calle de Chapan, a unas cuadras de donde luego supe habitó José Emilio y Cristina Pacheco. De hecho, a su puerta llegaba en una primera etapa el camión de la escuela para llevarme a la Nueva Primaria de México que se encontraba en Polanco. Apenas esta semana me enteré que la transformación que sufrió esa colonia a finales de los 70 no había afectado esa calle porque desembocaba en una casa hogar que funciona hasta el día de hoy.
En esa Condesa existían los abarrotes y las tiendas de barrio. Estaba la abarrotería de la Señora Aguilar que, hoy, se transformó en un restaurante que colinda con un centro de salud mental. A unas cuadras, en Cholula y Benjamin Hill, se encontraban los Ultramarinos Ojeda, cuyo dueño tenía su casa en la parte de arriba de la tienda. Serio pero amable, enfurecía cuando la selección española perdía un partido en algún mundial de futbol.
En donde compraba las mochilas para cada ciclo escolar –hechas de cuero–, hoy hay un lugar llamado ‘El Depósito’, sucursal del que se encuentra en la Avenida Chapultepec en Guadalajara. Continúan hasta hoy tanto ‘El Farolito’ como las dos sucursales de ‘El Tizoncito’. Se perdió la tortería en Altata y la mercería conocida como ‘La Barata’ que estaba en Ometusco. Tampoco existen ya la ‘Carnicería Saltillo’ o la panadería que estaba a su lado. Prevalece, eso sí, el centro nocturno ‘El Closet’ en la misma calle pasando Alfonso Reyes.
En esa esquina, Alfonso Reyes y Saltillo, me encontró el temblor del 19 de septiembre de 1985. Esperaba el camión escolar que, años antes, había cambiado su ruta para cubrir alumnos que vivían en la Condesa, la Roma y Anzures. Esa mañana, el transporte recorrió calles ruinosas que atestiguaban edificios caídos y dañados, casas desplomadas y una nube creada a partir del estupor y el desastre.
Para los que romantizan los 80, repasar esos dos días bastarían para recordar por qué esa década no fue lo que ahora pretenden dibujar algunos.
Ese 85 marcó el final de esa etapa de la Condesa y la Roma, tocadas entonces no sólo por la tragedia sino por una política de rentas congeladas que terminó por erosionarlas hasta los huesos. La gente que pudo huyó de esas calles, mi familia incluida.
La población no regresaría hasta principios de los 90’ cuando las leyes cambiaron y los locales abandonados se llenaron de cocinas y propuestas gastronómicas. La ‘Fondesa’ floreció entre terrazas y meseros y modelos argentinos que la poblaron luego del corralito y, para finales de los 90’, el fenómeno hipster la inundó.
López Obrador prohibió construcciones en la capital a excepción de algunas delegaciones, entre ellas la Cuauhtémoc, donde está el Centro Histórico y la Condesa. En esos años del florecimiento de la izquierda capitalina, pocos se quejaban del fenómeno y el encarecimiento de los costos de vivienda en esos sitios. Difícil hacerlo cuando AMLO arregló –de la mano de Slim y sugerencia de Zabludovsky– sitios que a nadie le interesaban apenas tres lustros atrás.
Tras del temblor del 17, la Condesa volvió a vaciarse, restaurantes como el ‘Barracuda’ cerraron para siempre y, de nuevo, parecía que el destino de la colonia sería el mismo que el edificio Plaza: derruido de una vez por todas.
No fue así, llegaron los jóvenes y los nómadas digitales, enamorados de las calles y los parques, mismos que existen ahí hace más de 6 décadas.
Porque, vale aclarar, en todo ese tiempo, cambiaron los locales y la gente, se construyeron edificios, pero la infraestructura urbana –postes, semáforos, calles, cualidades, banquetas, servicio de agua y basura, drenaje– no cambió en nada. La izquierda no le invirtió un peso a la Condesa.
Hoy, la Condesa está en el centro de una polémica donde también podría estar la Colonia Americana o la Seattle en Guadalajara, el Centrito Valle en Monterrey o todo Mérida. En todos los casos, el fenómeno implica confrontaciones entre vecinos y deja de lado a los verdaderos responsables.
Las autoridades.