Gran sainete, teatro del absurdo, escena de la indignidad: luces, se oye una voz en el fondo: Gil lo leyó en una nota de Zedryk Raziel en su periódico El País. Zaldívar presentó su renuncia a la Suprema Corte y colaborará en el diseño del proyecto de gobierno de la abanderada de Morena. En su artículo Raziel menciona: “Durante el gobierno de Enrique Peña Nieto el juez abrazó el discurso reformista del Estado priista. En 2014, cuando el Congreso aprobó las reformas que posibilitaban la inversión de empresas extranjeras en la explotación de los bienes nacionales, Zaldívar escribió en Nexos que la Suprema Corte debía contribuir a ‘la transformación de México’, al ‘crecimiento económico’ y al ‘desarrollo como un objetivo social’, todas expresiones características del discurso del gobierno en turno (…) En noviembre de 2018, cuando ya era presidente electo López Obrador —que siempre criticó las reformas priistas—, el ministro hizo eco de la crítica al ‘orden institucional imperante’ a la ‘corrupción endémica’, la ‘desigualdad histórica’ y el derroche de recursos públicos del Poder Judicial, y dijo además que la Corte debía dar una respuesta institucional clara a los reclamos manifestados a través de las urnas”.
Pena del juez
El desorden, desaseo, impunidad, ilegalidad, sello de este gobierno, se imponen de nuevo.
Zaldívar dijo en su carta de renuncia que considera “de la mayor importancia” sumarse a la “consolidación de la transformación de México”. Momentos después ratificó el guion con una foto en la que aparece sonriendo con Claudia Sheinbaum. Una fotografía tomada al parecer días antes de su renuncia, por cierto.
En el más Alto Tribunal no se conocían los planes políticos del ministro. Zaldívar participó en la sesión del pleno este martes, pero no comunicó su renuncia personalmente a sus pares, no hubo anuncio previo, no mandó carta alguna ni convocó a reunión de despedida.
Solamente avisó a la presidenta Piña, poco antes de lanzar la noticia en su cuenta de X. Todos los demás ministros se enteraron de esta forma.
La Corte emitió un comunicado en el que enfatiza que la renuncia procederá solamente si hay causas de fuerza mayor que la motiven. Sin embargo no existe un catálogo de causas justificables. La fuerza mayor en este caso es el Presidente, que es quien propone a los ministros y quien debe autorizar la separación del cargo. La Constitución establece que un ex ministro no puede, dentro de los dos años siguientes a su salida de la Corte, asumir el cargo de fiscal general o secretario de Estado. No obstante, nada impediría a Zaldívar asumir cualquiera de esos cargos en calidad de “encargado de despacho”, esto es, como titular temporal hasta que prescriba el periodo de prohibición constitucional.
El Senado
Gil lo leyó en una nota de Pedro Domínguez en su periódico MILENIO: el Presidente aceptó la renuncia de Arturo Zaldívar Lelo de Larrea como ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.
En la conferencia matutina de Palacio Nacional, Liópez detalló que corresponderá al Senado de la República que le acepte o no la renuncia a Zaldívar. Anjá. “Sí la acepto y envío el oficio al Senado, que le corresponde decidir si se acepta o no se acepta; el procedimiento es, de acuerdo a la Constitución, se presenta la renuncia, yo ya la acepté y falta que la apruebe el Senado.
“Después de eso, si la aprueban, yo voy a enviar una terna para la sustitución, ya voy a empezar a ver a quién propongo, a ver si tengo suerte, si le atino, porque he propuesto cuatro y dos salieron conservas (conservadores)”.
“Lo voy a analizar bien, porque ya no es como antes que se enviaba la terna ya con la línea, ‘ahí van tres pero quiero que sea ella o él’, entonces se hacía la faramalla”. Así como lo oyen. De verdad. Liópez explicó que el sustituto solo estaría en el cargo un año, pues se dedicaría a terminar el periodo de Zaldívar hasta noviembre de 2024. Finalmente, le deseó al ministro que le vaya bien “¡Arturo Zaldívar, aguanta, el pueblo se levanta!: Con él tuvimos buena relación de respeto, siempre yo he dicho aquí, iba yo a sus informes y como nunca había pasado, en sus discursos hablaba de la corrupción que prevalecía y prevalece en el Poder Judicial y de nepotismo, ahora ya, ya se relajó todo ahí, claro que a los conservadores no les gustó”.
Todo es muy raro, caracho, como diría Sófocles. “Una mentira no vive hasta hacerse vieja”.
Gil s’en va