Repantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil gastaba la piel en recordar, diría el clásico. Metido de lleno en una nube de nostalgia pensaba en sus años universitarios, en sus estudios de licenciatura, en su tesis, que la hizo y con resultados favorables en el mundo de la academia.
Así las casas (muletilla patrocinada por el patrocinador Bartlett), Gilga abandonó el mullido sillón y caminó con las manos entrelazadas en la espalda buscando su tesis. Le quedaban dos o tres ejemplares y estaban, le decía el recuerdo, en los libreros del muro norte. Ah, voila! Un polvoso ejemplar se acomodó en las palmas de sus manos y leyó el viejo título: “Inoperancia de los sindicatos en los trabajadores de confianza del artículo 123 Apartado A”.
Sí, señoras y señores, en un tiempo Gamés escribía de forma muy amena y tocaba temas de interés general. Allá en el fondo de la cochera de la memoria Gilga recuerda a una maestra ¿Rodríguez? que lo asesoró. Cómo trabajaron en la investigación, muy fácil: la sangre con letra entra. Gilga sintió orgullo con el libro entre las manos, como cuando trapea uno la cocina y el piso queda reluciente de limpio. O qué, ¿se ha perdido de algo Gil?
Una buena y otra malaLa buena noticia es que Claudia Sheinbaum, el secretario de Seguridad Ciudadana, Omar García Harfuch, y Ernestina Godoy, fiscal general del gobierno de la Ciudad, informaron de la detención de 11 presuntos responsables del atentado contra la vida de Ciro Gómez Leyva. La investigación sigue su curso y Gamés supone que se aclararán muchas preguntas, dos de ellas principalmente, y más allá de quienes ejecutaron el atentado: ¿quién y por qué quiso matar a Gómez Leyva? La verdad sea dicha (muletilla patrocinada por Morena), la exposición fue ordenada, verosímil. O sea que sí se puede cuando se puede.
La mala noticia es que Gil tiene la impresión de que el hampa está metida hasta los huesos en esta sucursal del infierno llamada Ciudad de México. En los 12 cateos que realizó la policía en busca de los presuntos responsables, se encontraron armas largas, granadas, 40 mil dosis. Ya lo sabíamos, los cárteles se disputan las calles y puede estar usted tragando un caldo en un restorán y a su lado un sicario medir el tiro de muerte; un narcomenudista, un hombre con una maleta llena de dinero en efectivo, todo puede ocurrir ya en la ciudad.
Gil no descubre el hilo negro, pero tampoco quiere tomar a la ligera el hecho de que existan en la ciudad células con órdenes para ejecutar a un líder de opinión del tamaño de Gómez Leyva. Gamés no recuerda nada igual en la ciudad moderna. Aunque el Presidente sostiene que el atentado fue para fastidiarlo a él y a su gobierno. Misterios de la lógica aristotélica presidencial.
Zapatotes
Mario Delegado (dale con la “e”) le concedió una entrevista a Alejandro Domínguez en su periódico Notivox y en la televisión en un edificio de la colonia Granada ocupado por Morena. El dirigente Delegado le confesó a Domínguez: “Tenemos un Presidente que todos los días nos muestra cómo hacer en cada acto de la política un imperativo ético”. Gil sufrió un supiritaco: unos niños pequeños siguen a un gigante, oh Dioses.
Le dice Delegado a Domínguez en una muy buena entrevista: “no va a estar el Presidente en la boleta, pero va a tener un enorme legado y por eso es fundamental la unidad, porque apenas entre todos los liderazgos podemos llenar los zapatos que nos va a dejar Andrés Manuel L(i)ópez Obrador y la trascendencia de su proyecto”.
Gil imaginó estos diálogos: “Marcelooo, ¿dónde te tocó? En el zapatote derecho, estoy frito. ¿Y a ti, Claudia? A mí en el izquierdo, pero no tiene plantilla y no ha pasado el bolero. Adán Augusto está abajo, con los chicles. ¿Qué me dicen de las agujetas? Nada, desabrochadas. Como siempre. Y todos ellos y ellas intentarán caminar con los zapatotes de Liópez, cosa difícil, para que más que la verdad y la mentira y la posverdad y la posmentira.
Todo es muy raro, caracho, como diría el refrán: “Estaba furioso de no tener zapatos; entonces encontré a un hombre que no tenía pies, y me sentí contento”.
Gil s’en vaGil Gamés
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