Gil veía con estupor la devastación después del paso del monstruoso huracán Otis sobre Acapulco. Cada hora que pasa aumenta el número de los muertos, de los desaparecidos, las comunidades arrasadas. No hay luz ni alimentos y la ayuda no fluye con la rapidez urgente que requiere más de un millón de mexicanos a la intemperie. Pronto la hambruna desatará la violencia, las enfermedades sin atención médica aumentarán de manera alarmante. Un infierno. Y Liópez no deja pasar la oportunidad de mentir e injuriar. Es lo suyo.
Desde su oficina en Palacio Nacional y con el pretexto de informar de lo que ocurre en Acapulco el Presidente se arrancó, como es su costumbre, a infamar, agraviar, insultar a la prensa, a quienes hacen su trabajo.
Liópez citó un X de Vicente Fox, a quien al parecer desde hace rato se le pasa el zacatito pal conejo, saque, don Vicente, y le quemamos las patas al diablo. Ese mensaje loco de foxilandia le sirvió al Presidente para injuriar, asunto que domina: “No solo es Fox, así está Calderón, así están todos los dueños de los principales medios de información, que han enviado a sus reporteros estrellas para hacer reportajes hablando de que no hay atención para la gente, de que está todo fuera de control, que no se está haciendo nada, que se está incluso deteniendo a los que quieren llevar despensas y hablando de muchísimos muertos. El hijo de Krauze, este pseudointelectual, que cobraba millones de pesos en el gobierno de Peña, y ahora está el hijo, porque tiene una enfermedad que ojalá y se les quite con el tiempo: los vuelve locos el dinero. Y así otros de las televisoras y la radio. Por eso informo aquí, para que no haya confusión, que no los manipulen. Estamos actuando como nunca se había hecho. Estamos enfrentando en muy poco tiempo los problemas que ha dejado este huracán. No falta dinero, precisamente porque ahora no se roban el dinero estos buitres o sus jefes como era antes. Hay presupuesto suficiente para atender todas las necesidades del pueblo”.
León Krauze
Gilga había visto antes de las injurias del Presidente un estrujante reportaje de León Krauze. En algún sendero de una de las zonas más pobres de Acapulco, Krauze le preguntó a los habitantes de la comunidad de Los Coyotes, hombres desesperados que ven a sus hijas y a sus hijos sin agua ni alimentos: ¿qué necesitan? Todo: láminas para los techos de nuestras casas, agua, comida.
Esas escenas al Presidente deben parecerle un montaje. Con la pena, pero el único montaje en estos días aciagos es la forma en que Liópez le pregunta a sus secretarios de Estado y estos, debidamente grabados, le contestan lo que él quiere que se oiga. Patrañas y trapacerías. Lo suyo.
En las imágenes estremecedoras de Acapulco que Gamés ha visto, no aparece autoridad alguna, ni Ejército, ni Guardia Civil, ni Marina. Los testimonios de personas que han intentado llegar con víveres a la zona del desastre son indignantes, el Ejército los ha detenido como a delincuentes y les ha robado. Nadie se lo ha contado a Games, él mismo lo ha oído en voz de las víctimas quienes además dan los números de los camiones del Ejército en los cuales se quedó el apoyo que después meten en cajas que dicen: Ayuda del Gobierno Federal. Esto también los ha visto Gil en fotografías, aunque cabe la posibilidad de que todo sea una creación de “los reaccionarios” como dice el Presidente.
Hernán Gómez
Ahora mal sin bien, después del mensaje de Liópez desde su oficina presidencial, ¿puede decirse que estamos ante “el mejor comunicador de la historia”. Gilga pensaba que se trataba de una ironía, pero no, así tituló en un X Hernán Gómez Bruera el informe de Liópez.
Gil sigue a Gómez Bruera desde hace tiempo en su trabajo periodístico y le parece articulado, capaz de conceptualizar su militancia en Morena y ver más allá de las narices morenistas. ¿De verdad, Hernán, el mejor comunicador de la historia? Gil se da un manazo en la frente.
Todo es muy raro, caracho, como diría Jacinto Benavente: “Los náufragos no eligen el puerto”.
Gil s’en va