Política

Pedro Salmerón

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En la Ciudad de México el sol rajaba piedras y repantigado en el mullido sillón del amplísimo estudio, Gil fue asaltado por un nombre: Pedro Salmerón. Fue un asalto a mano armada. Por desgracia, nadie domina por completo sus pensamientos, a veces un viento colado deja una imagen indeseable en la mente. Por si usted no lo sabía, Salmerón es un historiador mexicano (es un decir) que salió, como alma que lleva el diablo, del Instituto Nacional de Estudios Históricos de la Revolución Mexicana después de volarse la barda y defender a los guerrilleros asesinos de la Liga 23 de septiembre.

El Presidente quiso resarcir a Salmerón en una mañanera, lo elogió con palabras cariñosas y lo comparó con el historiador Friedrich Katz, ni más ni menos, y lo propuso como embajador de México en Panamá. Entonces corrió como pólvora de reguero, o como se diga, que el historiador y militante fiel de Morena cargaba con varias acusaciones de acoso y abuso, alumnas del ITAM lo exhibieron y protestaron. Panamá no le dio el beneplácito. Gran problema diplomático, el Presidente montó en cólera y le dijo a la canciller panameña que era inadmisible que le negaran la embajada a su muchacho. El mismísimo presidente panameño intervino. Pobre Salmerón.

¿Qué sería de la vida del joven y talentoso historiador Salmerón?, se preguntaban sus amigues (lenguaje incluyente). Había tristeza y expectación entre los suyos. Y allí iba el pobre Salmerón tomándose sus copiosas y, sobre todo, entregado al trabajo intelectual, a la aventura creativa para la cual lo marcó el destino. Las bromas que juega el destino, pero no nos detengamos en naderías.

La cena

La feria del Libro de Manzanillo esperaba a Salmerón con los brazos abiertos. Sí, las ferias tienen brazos. Y allá se dirigió nuestro héroe, en este caso Salmerón. El historiador (es otro decir), acudió a Colima a presentar su obra, sí señoras y señoras, su obra más reciente: La batalla por Tenochtitlán.

No se vayan, viene lo mejor. Gil lo leyó en su periódico El Heraldo en un artículo de Alfredo González. Después del triunfo apoteósico de Pedro Salmerón en la presentación de su libro, eso dijeron sus amigues, un grupo de invitados cenó en un restorán, entre ellos, el héroe de esta página del fondo.

Dice González que Pedro (así le decimos sus amigues) no cenó. Gilga se atreve a pensar que el éxito de la noche le quitó el apetito. Así es el éxito, modifica el metabolismo. Las rondas pasaban generosas, así son las rondas, y Pedro estaba que no creía en nadie. En algún punto de la noche, los invitados se retiraron a su hotel, pues a la mañana siguiente había actividad en la feria. Todos a contar borreguitos, buenas noches.

Terrible desenlace

Al parecer, al llegar al hotel, a Salmerón le apretó el hambre. Pasado el éxito, el metabolismo vuelve a funcionar. Tal vez pensó: sí me chingo unos tacos. Y allá va, como el pélida aquileo, Salmerón en busca de sus buenos tacos.

El resto de la historia es un tanto confusa, pero no por ello menos cierta. A la mañana siguiente, Salmerón no estaba en su habitación. ¿Dónde puede estar nuestro amigue?, se preguntaron sus seguidores. Las autoridades iniciaron una búsqueda intensiva y peinaron la zona. Finalmente, la policía municipal informó que tenían detenido en los separos a una persona con las características de quien las autoridades buscaban con afán, pero que se negaba con rotundidad a dar su nombre y apellido.

Salmerón fue detenido porque en la taquería se hizo de palabras con el taquero; de las palabras pasaron a las manos, que son de villanos, y empezaron los madrazos. No le habrán gustado los tacos. La verdad sea dicha (muletilla patrocinada por Morena), ésta es una razón suficiente para que vuelen los puñetazos. No le pusiste piña y eso es imperdonable, y mole un recto de izquierda (sí, de izquierda); y tu salsa borracha está sobria, y patada a las partes nobles; y estas tortillas parecen echadas con maíz transgénico, y cabezazo en la nariz. Ah, pero los taqueros se las saben de todas, todas, por eso son habitantes de la noche. Y que este taquero se descuenta al pobre Salmerón y lo conecta de derecha (sí, de derecha) y lo empieza a tupir, un Pacquiao de Manzanillo. Las rondas le impidieron a Salmerón el béndix correcto, y le fue como Dios puso al perico. Pobre Salmerón.

Que nadie se inquiete, Salmerón recuperó su libertad unas horas más tarde.

Todo es muy raro, caracho, como diría Tin Tan: “Deme otro tequila… antes de que empiecen los trancazos”

Gil s’en va

Gil Gamés

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  • Entre su obra destacan Me perderé contigo, Esta vez para siempre, Llamadas nocturnas, Paraísos duros de roer, Nos acompañan los muertos, El corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano. Escribe bajo el pseudónomo de Gil Gamés de lunes a viernes su columna "Uno hasta el fondo" y todos los viernes su columna "Prácticas indecibles"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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