Política

Padura y la pelota

Escuchar audio
00:00 / 00:00
audio-waveform
volumen-full volumen-medium volumen-low volumen-mute
Escuchar audio
00:00 / 00:00

Gil cerraba la semana haciendo una pausa consigo mismo. Entre los libros que la pandemia desapareció, Gamés encontró éste: Agua por todas partes de Leonardo Padura (Tusquets Editores, 2019), un volumen de ensayos personales, informes, relatos, crónicas de su vida, de Cuba, de la novela. Entre ellos, Gilga se detuvo en un texto: “Soñar en cubano: crónica en nueve innings”, una memoria de su amor por el beisbol, el juego de pelota. Gil propone algunas cápsulas narrativas. Aquí vamos.

***

Aquella Habana de 1860 fue a la que volvieron, luego de unos años de estancia estudiantil norteamericana, un grupo de jóvenes que en Nueva York, Filadelfia y Boston se habían aficionado a la práctica de un nuevo sport llamado baseball, que arrasaba entre los yankees de las nuevas urbes del norte. Se trataba de un deporte de reglamento complicado, en el que junto a la destreza física resultaban necesarias la agilidad y la profundidad mentales, y que, a diferencia de otros juegos con pelota en boga por la época o creados con posterioridad, no se planteaba como una pelea entre dos ejércitos en un campo de combate con el objetivo de tomar la plaza enemiga. El beisbol asumía sus triunfos con una filosofía diferente: el héroe era el jugador que más veces lograba regresar a la casa de donde había salido (el home), y el equipo ganador el que, de conjunto, con la colaboración y habilidad de todos sus sportmen, conseguía en ocasiones ese retorno triunfal.

***

Beisbol, música, cultura y política coincidieron en un terreno deportivo en una de las civilizaciones más ricas y dinámicas del proceso de definitiva conformación de la cubanía.

***

El beisbol, la pelota, es un deporte, pero también constituye una forma de entender la vida (¿una filosofía?). Y hasta de vivirla. En mi caso puedo asegurar que soy escritor gracias a que no soy pelotero. Un buen pelotero.

***

Cuando descubrí que nunca sería un lanzador veloz ni un bateador poderoso y debía reconocer que el beisbol de élite no era una categoría a la que yo pudiera acceder, decidí de manera muy racional que, si no iba a ser jugador, entonces sería comentarista deportivo. Pero aquel sueño también se truncó pues, aun cuando tenía altas calificaciones requeridas, al terminar mis estudios preuniversitarios, me informaron que ese año no habría matrícula en la escuela de Periodismo de la Universidad, ya que alguien había considerado que en el país existían suficientes periodistas. Con mis ilusiones perdidas fui a dar a la Escuela de Universidad de la Habana, donde me esperaba el que iba a ser mi destino soñado, aunque ahora creo que estaba escrito en mis cromosomas. Porque fue allí al comprobar que otros compañeros de estudio escribían cuentos y poemas donde mi latente espíritu competitivo de pelotero me empujó en esa dirección. Si otros escribían, ¿por qué yo no? Así, por puro espíritu competitivo, comencé a escribir y entré en el camino definitivo de lo que ha sido mi vida: la de un pelotero frustrado devenido escritor.

***

Aunque no pude ser una estrella en los terrenos de la pelota, y ni siquiera pude trabajar como cronista deportivo especializado en beisbol, mi pasión por ese deporte enmarañado y demasiado cerebral nunca desapareció (ni ha desaparecido). Jamás me curé del “vicio de la pelota”.

***

Después de aquel uniforme de pelotero del Almendares que me compró mi padre antes de que yo cumpliera un año, no volví a tener un traje completo hasta 1968, cuando mi tío Min emigró a Estados Unidos y me regaló el que solía usar. Aquella revolucionaria década de 1960, en la que cambió hasta el carácter de la pelota en la isla, fue de tales carencias que se hizo imposible conseguir incluso un traje de pelotero.

***

Como todas las semanas de ómicron, Gil toma la copa con tres amigos verdaderos. Mientras Gilga dejaba fluir una modesta cascada de ámbar traído de Glenfiddich, puso a circular esta frase de Padura: “Y ahora, ¿se ha acabado el juego? Esperemos que no. Porque duele mucho perder un orgullo, no tener un buen sueño”.

Gil s’en va 

Gil Gamés

[email protected]

Google news logo
Síguenos en
Gil Gamés
  • Gil Gamés
  • [email protected]
  • Entre su obra destacan Me perderé contigo, Esta vez para siempre, Llamadas nocturnas, Paraísos duros de roer, Nos acompañan los muertos, El corazón es un gitano y El cerebro de mi hermano. Escribe bajo el pseudónomo de Gil Gamés de lunes a viernes su columna "Uno hasta el fondo" y todos los viernes su columna "Prácticas indecibles"
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.