El equipo de futbol Cruz Azul ganaba inopinadamente en un partido más bien infame la Liga MX y le ponía fin a 23 años de mala fortuna. México, en cambio, no sabe cuando cambiará su suerte con sus gobernantes. Gil cavilaba en estas y otras pequeñas desgracias cuando encontró una entrevista en El País de Ignacio Fariza con José Ángel Gurría, director de la OCDE que está por concluir su periodo.
Gurría afirma: “Las voces de la austeridad siempre están ahí. Lo que hay que hacer siempre es escuchar respetuosamente y decidir sobre el timing. Y ahora todavía estamos con la pandemia encima y la economía aún necesita de los estímulos. Ya encontraremos el momento para pensar en la consolidación, pero hay que recordar que la deuda sobre PIB es solo un numerador y un denominador, y que si el PIB crece más la relación se hace más pequeña (…) Lo ortodoxo hoy es gastar e ir con todos los cañones de Navarone contra el virus y acabar con él lo antes posible. Sigue siendo el momento de gastar: vale la pena tener un poco más de deuda a cambio de erradicar el virus; es mucho más caro dejarlo vivir. Y eso incluye ser generoso y, al mismo tiempo, inteligente con los países en desarrollo. Es absolutamente inaceptable e inexplicable que se hayan gastado 16 billones hasta ahora y que el total de ayuda al desarrollo sea el 1% de esa cantidad y que Covax esté infrafinanciada. Eso es una locura (…) No, no tenemos un peligro de inflación. Lo que sube los precios es que la capacidad instalada se use por encima de su límite natural, y en este momento todavía tenemos decenas de millones de personas sin empleo”.
Esto es lo que opina este neoliberal Gurría, mientras que el Presidente de izquierda, es un decir, sostiene que hay subejercer para ahorrar. Vueltas que da la vida. Si además usted se quiere comprar una refinería mientras sus escuelas se caen a pedazos, ya es su asunto; si quiere medicinas caras, consíganlas donde las hubiere; y si se atreve a pedir seguridad, usted es un conservador. Y así.
The Economist
Usted lo sabe, The Economist colocó en su portada al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, como el "Falso Mesías". Según la publicación inglesa, L(i)ópez Obrador es "un peligro para la democracia, debido a las políticas públicas ruinosas por los medios inadecuados". Reconoce que L(i)ópez “habla fuerte y claro por los que no tienen, y no es personalmente corrupto”.
Según The Economist, AMLO sufre lo que el periodista venezolano Moisés Naím llamó “necrofilia ideológica”: un amor por ideas que ya han sido probadas en el pasado y fracasaron. L(i)ópez, explica la revista, divide a los mexicanos en dos grupos: “el pueblo” y la élite, a la que “denuncia, frecuentemente señalándolos por su nombre, como criminales y traidores responsables de todos los problemas de México”.
Corajón. El Presidente se enojó y de inmediato culpó a la revista como escaparate de un compló. Jesús: pásele el micrófono al mandatario que tiene algunas cosas que decir, pero apúrate Jesús que no tenemos todos el día.
De la Madrid
En un encuentro de empresarios notables en Sonora sobre lo que se juega el 6 de junio, el hijo del ex presidente De la Madrid, que escribió un libro: México en la generación del desarrollo nunca tan cerca como hoy, donde el ex secretario de Turismo de Peña se tira un discurso de cómo en 2018 México era un país de clases medias, dice que en uno de los centros argumentales de su libro se sostiene en el hecho de que conocemos nuestros defectos, pero poco de lo que hemos alcanzado. Un país desarrollado, dice Quique, es un país de clases medias. Total, De la Madrid habla y habla y le hace un flaco favor a Borrego/ Gándara y Sí por México. En su choro, De la Madrid intenta demostrar que México no es un país de pobres. En fon. Largo rollo: ¿pero no fueron ustedes, quienes pactaron con L(i)ópez para que llegara cómodamente al poder? Esta hipótesis vale más que cien clases medias, señor De la Madrid. En fon, sigan tirando rollo mientras les ganan las elecciones con el peor candidato imaginable: Alfonso Durazo, de Morena.
Todo es muy raro, caracho. Como diría Margaret Mitchell: “Después de todo, mañana es otro día”.