La semana pasada se dieron a conocer las estimaciones oficiales de la pobreza en México correspondientes a 2022. El dato más relevante fue sin duda la significativa reducción de la pobreza en el país, independientemente de si hacemos el contraste contra 2020 o contra 2018. En este último caso, la reducción de la tasa de pobreza fue de 5.6 puntos porcentuales, al pasar de 41.9% a 36.3%. Esto implicó una reducción de 5 millones de personas pobres en 2022 con respecto a 2018. Sin duda, un éxito rotundo para las políticas públicas aplicadas en esta administración.
Se podrá discutir si esta reducción de la pobreza se debe a la política laboral (aumentos en el salario mínimo y reforma a la ley de outsourcing), a la política social (más recursos y cambio en la orientación de los programas sociales) o a la política de desarrollo territorial (con la mayor parte de los recursos de la inversión pública concentrados en la región sur-sureste del país), pero lo cierto es que muy probable todos y cada uno de estos factores contribuyeron en alguna medida a la reducción de la pobreza en el país.
En este breve artículo quisiera concentrarme en dos aspectos de la reducción de la pobreza que, en mi opinión, han recibido insuficiente atención hasta ahora. El primero tiene que ver con el indiscutible logro de haber reducido la pobreza en un periodo tan corto, sobre todo después de haber pasado por una crisis económica tan profunda como la que tuvimos debido a la pandemia.
Para poner esto en perspectiva, veamos cuál ha sido el desempeño de las tasas de pobreza en otras ocasiones en las que hemos tenido crisis económicas severas. En particular, veamos lo que pasó con la crisis de 1994-95 y con la crisis financiera global de 2008-09. En ambos casos, la contracción de la actividad económica fue muy severa y las afectaciones en la pobreza fueron evidentes. En 1995, la caída del PIB fue de 6.3%, mientras que en 2009 fue de 5.3%. En contraste, la caída del PIB en 2020 fue de 8%, es decir, una caída incluso más profunda que la observada en las otras dos crisis. La primera gráfica que acompaña a este artículo muestra cuál fue la evolución de las tasas de pobreza en estas tres crisis. Para poder hacer una comparación apropiada, nos circunscribimos a las cifras de pobreza total y pobreza extrema por ingresos, que son los indicadores para los cuales tenemos información desde 1992. Las líneas continuas se refieren a la pobreza total y las líneas discontinuas a la pobreza extrema.
Noten el claro contraste en la evolución de las tasas de pobreza en estas tres crisis. En 1994-95, el efecto inicial de la crisis fue brutal: un aumento de 16 puntos porcentuales en ambas tasas de pobreza tan sólo entre 1994 y 1996. Este súbito incremento fue seguido de una reducción paulatina en ambas tasas de pobreza, que tardó al menos otros 6 años en regresar las tasas de pobreza a su nivel inicial. En su conjunto, el impacto de la crisis de 1994-95 en la pobreza en México tardó 8 años en deshacerse.
Por su parte, el efecto de la crisis financiera global en la pobreza en México fue tremendo. La gráfica muestra cómo las tasas de pobreza, si bien no aumentaron de golpe como en 1994-95, si siguieron aumentando por un periodo bastante prolongado y en un monto muy significativo (alrededor de 9 puntos porcentuales). De hecho, las tasas de pobreza en México no dejaron de crecer sino hasta 2014, es decir, varios años después del impacto inicial y no es sino hasta ahora, 2022, que el aumento de ese entonces finalmente se ha desvanecido.

En contraste, veamos lo que ocurrió ahora con esta crisis. En primer lugar, el aumento en las tasas de pobreza fue menor al de las otras crisis, y esto a pesar de que el impacto macroeconómico fue incluso mayor. Esto de entrada sugiere que la combinación de políticas públicas implementadas en estos años pudo haber contribuido a una mayor resiliencia de los sectores vulnerables y susceptibles de caer en situación de pobreza. Sin embargo, lo más notable es que en un periodo de apenas cuatro años, las tasas de pobreza total y extrema no sólo regresaron a sus niveles originales, sino que incluso cayeron por debajo de estas. Esto último es particularmente cierto para la tasa de pobreza total por ingresos, la cual disminuyó en 6.4 puntos porcentuales con respecto a 2018. Este resultado nos habla del notable esfuerzo realizado en estos años y del éxito de la combinación de políticas adoptadas en esta administración para hacer frente al tema de la pobreza. Esto, al compararlo con lo que vivimos en otras crisis de magnitud similar, revela un logro formidable que debería ser ampliamente reconocido por propios y extraños.
El otro aspecto que quisiera resaltar en este artículo es el carácter generalizado de la reducción de la pobreza en todo el país. La segunda gráfica muestra las tasas de pobreza multidimensional en 2018 y 2022 por entidad federativa, en donde cada punto representa a una de ellas. Lo primero que llama la atención de esta gráfica es la heterogeneidad en los niveles de pobreza en México. Noten que el rango de las observaciones para 2018 fluctúa entre 18.6% (en Baja California Sur) y 78% (en Chiapas), es decir, un rango de casi 60 puntos porcentuales. Lo siguiente a resaltar es que prácticamente todas las entidades se ubican por debajo de la línea de 45 grados, lo que significa que la pobreza se redujo en esas entidades entre 2018 y 2022. De hecho, 30 de las 32 entidades federativas del país se encuentran en esta situación; las excepciones son el Estado de México y Tlaxcala, en donde hubo muy ligeros aumentos en sus tasas de pobreza multidimensional. Por otro lado, los avances más significativos fueron en el sur-sureste del país y en los estados fronterizos. Por ejemplo, en Chiapas la pobreza se redujo en 10.6 puntos porcentuales, en Tabasco se redujo en 9.9, en Veracruz en 8.4 y en Guerrero en 7.5 puntos. Mientras que en Baja California la pobreza disminuyó en 10.2 puntos porcentuales, en Chihuahua en 9.1, en Tamaulipas en 7.7 y en Coahuila en 7.3 puntos. La distribución geográfica de estos resultados revela muy probablemente el impacto de las grandes obras públicas (Refinería Dos Bocas, Tren Maya y Tren Interoceánico) y de los programas sociales focalizados en el sur del país (Sembrando Vida, por ejemplo), así como el impacto del aumento significativo en el salario mínimo en los municipios fronterizos. Como resultado de estos avances, el rango de las tasas de pobreza en México se redujo a solo 54 puntos porcentuales, lo que aún es altísimo y que revela lo mucho que todavía queda por hacer tanto en materia de combate a la pobreza como de desarrollo regional.

En resumen, los avances contra la pobreza en México entre 2018 y 2022 fueron muy significativos, de carácter generalizado y a pesar de haber sufrido una severa crisis económica de por medio. Escatimar el reconocimiento a estos resultados y minimizar el rol de las políticas públicas en esta materia sólo podría entenderse en un clima de polarización extrema y de conflicto político.
Es cierto que no todos los resultados fueron positivos. El incremento en la carencia de acceso a servicios de salud y el nulo avance en el combate a la pobreza extrema multidimensional así lo demuestran. Pero los avances aquí descritos ocurrieron a pesar de estos resultados menos favorables. Reconozcamos lo positivo y tratemos de identificar áreasde mejora en los otros aspectos. Solo así podremos avanzar en la búsqueda de un país más justo y equitativo.