No se trata de drogarnos con pastillas y fingir que no pasa nada, que no tenemos problemas interiores. Combatir solo los síntomas de la ansiedad, no resolverá esos conflictos.
Y mientras no tengamos la humildad de reconocerlos, seguiremos en el círculo vicioso del autoengaño; pensando que la ansiedad es el problema, cuando simplemente es una máscara que oculta nuestras enormes insatisfacciones con la vida y con nosotros mismos.
¿Qué altera nuestro organismo y nuestra mente para llegar al extremo de vivir con miedo a sufrir una crisis de ansiedad? Este tipo de problemas no surgieron de un día para otro.
Un trastorno de ansiedad inicia cuando estamos expuestos a situaciones angustiantes o a una presión continua que está fuera de nuestras manos combatir. Por ejemplo, el tener un familiar gravemente enfermo, por lógica tendrá consecuencias en nuestro estado de ánimo. Ese impacto varía de persona a persona, porque nuestras capacidades de afrontamiento del estrés son distintas. Pero la ansiedad también puede generarse a causa de nuestros filtros mentales distorsionados y carentes de realismo.
Ser una persona controladora y aprehensiva que intenta hacerse cargo de todo y que se aferra a que los demás piensen como nosotros, nos impide relajarnos y disfrutar hasta de un descanso.
El control excesivo refleja una personalidad con ideas de omnipotencia: asumimos tener capacidad de controlar variables ajenas a nosotros. Vivir con sentimientos de culpa o insatisfacción respecto a los propios logros, puede llevarnos a exigirnos más y más sin estar contentos con los resultados obtenidos.
Pensar que deberíamos hacer mejor las cosas puede llevarnos a no valorar nuestros logros y terminar en un círculo vicioso de insatisfacción y ansiedad.
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